Pedro Sánchez con buen criterio cuando
se postulaba como futuro presidente de España, dijo de Pablo Iglesia, que no podía
hacer gobierno con él porque serían dos gobiernos contrapuestos en uno; que
Iglesia decía que en España había presos políticos y que lo de Cataluña solo se
resolvería con un referendo, y que si le daba a Iglesias o a los suyos ministerios
de Estado no podría dormir. Paralelamente y en los mismo momentos Iglesias
decía que Sánchez quería pactar con la derecha, porque así se lo mandaba el Ibex
35, y que por eso en el período que gobernó Sánchez no derogó la reforma
laboral de Rajoy. Dos días después los dos se fundieron en un abrazo en el qué Iglesias se subió en putas de pies a los hombros de Sanchez y cerrando los ojitos apretó
su cara contra la oreja de Pedro, y luego sonreía como niño con juguete nuevo. El
episodio fue obsceno e impúdico por indigno e innecesario. Si ambos hubieran sido
un poco más decentes debieron haber expuesto cada uno de los puntos de sus
respectivos programas electorales a los cuales iban a renunciar, los motivos
por los cuales era menos malo renunciar a tales promesas, y explicar qué
promesas compartían e iban a desarrollar en el supuesto que dicha coalición
tuviera votos suficientes en el Congreso para salir adelante. Pero no, nada de
eso, lo que si van explicando es cómo se van a repartir el Consejo de Ministros
y que al que antes no dejaría dormir a Sánchez ahora le ilusiona tanto que lo
hará vicepresidente. La ilusión generada en ellos por la perspectiva de un
gobierno habitado por los dos, no parece que tenga nada que ver con el interés
de los españoles, sino que evidencia el goce de la plenitud personal anhelada por ambos.
Lo que al parecer está claro es que no van a tocar, como si no estuviera
sucediendo, lo de Cataluña: que llevemos casi un mes con la Plaza Universidad
tapada de basura y tiendas de campaña que presuntamente están ocupando indigentes,
dado que el frio y la lluvia ha motivado a los presuntos estudiantes que iniciaron
la acampada a buscar abrigo en sus domicilios, y que mientras tanto esté cortada
la Gran Vía y la Calle Pelayo; que corten autopistas y otras calles cuando a
los CDR le sale de su arco de triunfo; que le bufón de Torra hable de que comió
butifarra con mongetes mientras iba hacia el Palacio de Justicia para
ser juzgado, insinuando como burla que
igual en la declaración ante los jueces le saldrían ventosidades por vía distinta
a las que habitualmente salen por su boca; todo esto no se comenta por los
coaligados tal como si no existiera.
Para
que esa coalición entre Sánchez e Iglesias consiga los apoyos parlamentarios
para logar una investidura, necesitan sí o sí también el apoyo de Esquerra
Republicana, la cual exigirá como ya está exigiendo, que Sanchez accedas a admitir
lo que no puede admitir si no quiere situarse al margen de la Constitución y
con la oposición de las otras 16 Autonomías: que se hable del referendo de
independencia. Y lo exigirá Esquerra Republicana no porque le importe más
Cataluña que España, no, porque lo único que les importa son los escaños que ganarán
o perderán cuando Torra o quien le suceda convoque elecciones en Cataluña; y los
más o los menos sillones que conseguirán, ellos creen posiblemente con razón, que
dependerá de si se pone de culo ante España o de perfil. Aún suponiendo que
hubiera investidura, inmediatamente después vendrá la necesaria aprobación de
los Presupuestos Generales del Estado, aquellos que no se aprobaron hace unos meses
porque Esquerra Republicana se opuso y ¡eso que habían sido presentados por
Sánchez e Iglesias! Por tanto, si hay gobierno de coalición, las perspectivas
de durabilidad serán cortas.
Sanchez
tiene otra opción, que es no presentarse a la investidura y decir públicamente
que si lo intenta el PP de Casado el PSOE se abstendrá. Si lo hace, con los 120
escaños del PSOE en abstención, Casado necesita 116 apoyos que con Vox los
tiene de sobra; y que formen gobierno ellos, resuelvan si son capaces el
desgobierno de Cataluña, y Sánchez e Iglesias tendrán sus 155 escaños para
hacer oposición. Pero para eso tendrán que dejar de mirarse sus ombligos y centrarse
en valorar el futuro de España. Si no lo hacen y la coalición Sánchez e Iglesias
fracasa, como es previsible, en las próximas elecciones barrerá la derecha y por
muchos años.
Y
pagaría por equivocarme.
Barcelona a 18 de noviembre del 2019.
RRCh.
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