El fundamentalismo separatista catalán históricamente
se ha manejado con razones muy discutibles, en las más de las veces basadas en
medias verdades o sencillamente en falsedades completas, pero en definitiva
siempre discutibles y arregladitas para la ocasión. Esa dinámica no ha dejado
de empeorar de forma continuada, para lo que siempre ordinariamente queda margen.
No obstante, cabe la posibilidad que con la ascensión del bufón de palacio en
el que consciente y voluntariamente se ha situado el actual President de la
Generalitat, es posible que ya esté rascando el fondo de la bolsa de basura en
la que ha convertido la institucionalidad del catalanismo. El personaje ya no
se puede representar ni a sí mismo, por su bajeza, su ineptitud y sus plenas
carencias intelectuales. Si él mantuviera la capacidad de estar a solas consigo
mismo se despreciaría. Y es posible que las fantochadas que ayer representó en
el juicio donde él era el acusado, tal actitud pueda ser su mejor salida.
Seguramente considera más cómodo para su destino que lo expulsen miembros del Poder
Judicial de su lastimosa carrera política a que se tenga que ir solo si en un
momento lúcido advierte su menesterosidad, o al que le mueve los hilos desde el
reino belgas se le enredan los piolines en el manejo, decida poner un títere
más vistoso o le pillan en la huida y acabe diciendo que era broma. En cambio,
si le inhabilitan mediante sentencia, siempre podrá incrementar el victimismo
que aún le sustenta. Ser víctima individual del imperialismo dictatorial español,
en su entorno le dará hasta prestigio, y siempre se puede llevar una paguita en
euros, que hasta puede a él resultarle más interesante. Es de suponer que un
individuo que come mongetes para generar ventosidades pestilentes enfocadas
a su defensa jurídica ha de ser incómodo hasta para los animales domésticos que
le rodeen.
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