La
institución del Ministerio Fiscal según prevé el artículo ciento veinticuatro
de la Constitución, tiene por misión promover la acción de la justicia en
defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y el interés público,
así como velar por la independencia de los Tribunales procurando ante éstos la
satisfacción del interés social. Por el artículo veinte de la misma carta magna
nos encontramos con uno de los derechos fundamentales: la libertad de expresión
y prensa, impidiéndose cualquier tipo de censura previa. En estos últimos años
de crisis económica, gracias a la prensa -y a la escases de dinero efectivo circulante
para tapar bocas y oídos-, nos hemos ido enterando cómo se ha ido incrementado
la insatisfacción social, al tiempo que se satisfacían indecentemente los
intereses de los amigos, familiares y conocidos de nuestro máximos
representantes patrios. Éstos, que se llenaban la boca con el amor a la patria
y que pronunciaban su nombre alargando la eñe, parece ser que se pasaban a la
patria y sus anexos por el forro de sus
cojones despojándola hasta de lo más esencial: su dignidad. El Ministerio
Fiscal mientras la cosa sucedía no se enteró de casi nada y frente a lo que
pudo enterarse poco hizo. Ahora se ha enterado, como todos, que un tal Sr.
Blesa -gran amigo de un tal
Sr. Aznar, ex presidentísimo, incansable
perseguidor de armas de destrucción masivas y aprendiz retrasado en el uso de lenguas
foráneas-, gobernó una de las Cajas de Ahorros más importantes del
Reino como si fuera su cortijo, y en tal brillante gestión, con la autoridad emanada
de sus compinches, se cruzaba misivas con personalidades muy bien colocadas a
dedo, e incluso con el hijo del presidentísimo
-que le tocaba la cresta recordándole
favores de padre, motivándole para que se dejara de remilgos y soltara la mosca
si no quería que su viejo estuviera afligido-. Todo esto
naturalmente lo hizo el Sr. Blesa con sus amiguetes desde la más sacrosanta
intimidad que le daba el sistema informático de su cortijo. Sus comentarios y
decisiones se confunden en sus formas y contenidos con las propias de cualquier
organización criminal agavillada para el despojo de lo ajeno, diferenciándose,
si acaso, en el sentimiento de impunidad que derramaban. Estos contenidos obscenos,
despreciable y vergonzantes, al Ministerio Fiscal y al parecer tampoco a los
Tribunales de Justicia no le hacen ni cosquillas; pero como tales denuncias
producidas en los medios de comunicación atentan contra la intimidad del Sr.
Blesa, el Fiscal quiere investigarlo para satisfacer al ciudadano Blesa ante unos periodistas descamisados que le
han dejado desnudo con los pendejos
alborotados. Supongo que no habrá más remedio que instaurar la censura previa,
para evitar estos desmanes, no puede ser que tan excelentísimas personalidades
queden con el culo cagado y al aire; ello, naturalmente para satisfacción del
interés social. Tapémosle. Se trata pues de identificar a estos desaprensivos
bocazas y empurarlos como al juez que se le ocurrió meterle preso; peor aún si
la información es veraz. Podría ser un bien, sustituir la fiscalía anticorrupción
ya que está desactivada, por otra más efectiva: la FELICITAD (Fiscalía Especial para Liberar
Ilícitos Cometidos Intentando Tapar a Amiguetes
Descubiertos)
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