miércoles, 29 de enero de 2014

TDAH; el síndrome más democrático.


          Está el Trastorno De Atención (TDA), y otro que es más malo aún, el Trastorno De Atención e Hiperactividad (TDAH); los dos afectan a nuestros niños, a nuestros hijos. Con el TDA los muchachos se distraen y no están por la eficacia, la eficiencia y la productividad escolar: una desgracia. Con el TDAH, se distraen igual que en el otro,  y además molestan un montón, son inquietos, se ensucian, ensucian, gritan y joden a los padres. Para curarlos se les lleva a un psiquiatra o psicólogo que les diagnostica la cosa, y les da una pastilla. Con la pastilla -o pastillas que hay muchas puesto que hay varios laboratorios que las producen y nominan- los niños se  tranquilizan, se centran, atienden, asimilan, obedecen, mejoran las notas, y sobre todo no les rompen las pelotas a los padres y a los maestros. Santo remedio.

          Ahora parece ser que el que descubrió la cosa, un estadounidense que salvo error u omisión se llamaba Eisenberg, -digo se llamaba porque ya estiró la pata-, antes de irse para el otro barrio confesó que la cosa fue inventada por él: una enfermedad ficticia. No está claro que lo explicara bien, por lo que queda la duda, si era ficticia porque él se la inventó para vender pastillas, si era ficticia porque la falta de atención e inquietud  en los niños según sus caracteres y circunstancias es normal y por tanto no es ninguna  enfermedad ni síndrome, o, si era ficticia porque una falta de atención e inquietud extrema en algunos niños obedece a otras dolencias, o circunstancias sociales o familiares que requieren un tratamiento distinto al químico.

          Ahora bien, hay que felicitar al Sr. Eisenberg por su invento; igual ha perjudicado a un montón de niños adultizándoles, y robándoles lo más lindo de la infancia, que consiste en pegarle patadas a casi todo lo que se mueve siempre que no duela, arrastrar por el pelo a los muñecos o sacarle los ojos, comer tierra y mierda de gallina si se encuentra, subirse a los árboles, meterse en los charcos hasta que entre agua en los zapatos, desmontar los juguetes para ver lo que tienen dentro, dejarlo todo tirado para poder tenerlo a mano, subirse en los columpios con la cabeza para abajo, mirar por los agujeros de las cerraduras, tirar piedras a todo lo que suene y romper vidrios, prenderle fuego a papeles, recortar figura de los libros y revistas, reírse de todo, saltar en la cama y en todo lo que rebote,  pegarle al hermano más pequeño para que llore, comer caramelos y dulces a boca llena, hacer arcos de indios con palos y cuerdas, empujar a los compañeros, clavar láminas en las paredes, escupir para arriba o contra el viento, sacarse lo mocos y pegarlos donde no se vea mucho, tirarse pedos con ruido, correr para arriba y abajo, silbar con dos dedos en la boca, no lavarse los diente por propia voluntad, etc. etc.; PERO a los padres y a los maestros le resolvió la vida mientras tanto. Con la pastilla entre pecho y espalda la muchachada estaba quietita, atenta y no rompía las pelotas, y además nosotros los padres cumplíamos con nuestra obligación de atender las enfermedades (o síndromes)  de nuestros hijos, y hacer todo lo posible e imposible para que aprovechen los estudios, y aprendan inglés. Y, que no les afecte nuestras miserias ni incidan en el poco tiempo que nos resta después de cumplir con la eficacia, la eficiencia y la productividad. Es una pena que lo del TDA o TDAH haya sido una patraña, se tendrá que inventar otra con siglas distintas, de no ser así no sabremos cómo curarles la infancia y la adolescencia a nuestros hijos e hijas; cómo hacerles eficaces, eficientes y productivos desde que nazcan; y aprendan inglés.

Será una gran pérdida si resulta que se suprime el TDA y/o el TDAH; la terapia de la pastilla para su control, fue uno de los inventos más democráticos para la ahora diezmada clase media, hacia las funciones de las institutrices con mala leche que tienen los ricos: controlar a nuestros hijos e hijas en esas etapas tan distorsionantes e ineficientes de la niñez y la adolescencia; y que aprendan inglés.


Barcelona a 29 de enero del 2014. RRCH

2 comentarios:

  1. Hola Rubén, coincido en parte contigo, he participado en varios congresos y cursos sobre este "problema". Mis últimos 15 años de trabajo fueron como Orientadora Pedagógica, donde trabajaba con alumnos de contexto critico y orientaba a padres y docentes. Desgraciadamente los más estructurados son los profesores y algunos padres, -como tú bien dices- recurrían a medicarlos sobre todo con Ritalinina agregando algún ansiolítico. Tenia entonces como resultado peores condiciones de actitud algunos robóticos, otros más exaltados. Fue todo un desafío reunir un grupo de psicopedagogos, asistentes sociales y neuropediatras, para convencer a los padres que esas pastillas destruían el cerebro, la frescura y actitudes de sus hijos. Organizamos planes diferenciales para trabajar con inteligencias múltiples y profundizar en los conflictos emocionales de los chicos. Lamentablemente los maestros solo ven del alumno su cabeza, como si allí se insertara una tarjeta electrónica que los haga comportarse "como se debe". El tema da para mucho pero creo que sólo formando de otra manera a los docentes y padres se lograrían mejores resultados. Un abrazo grande, Jorgeana (la ex "profe")

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    1. Hola Jorgeana!!, no sabes lo que me satisface que me leas. Siempre aceptaré que me corrijas. Un fuerte abrazo.

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