lunes, 12 de enero de 2015

El Peligro son los Pobres.-



 
       Está muy bien que hayamos convertido a París en la capital del mundo occidental y todos entonemos emocionados “libertad, igualdad y fraternidad” ante el ataque terrorista que ha causado en Francia casi dos decenas de muertos. No hemos hecho lo mismo, ni parecido, ante los más  de dos mil muertos que, por aparentemente iguales motivos, se causaron en la ciudad de Baga (Nigeria) el pasado 3 de enero de este mismo año 2015. La libertad es tan esencial que, es lo que nos hace seres humanos. Pero la igualdad y la fraternidad es lo que nos hace compatibles a unos seres humanos con otros. No parece que a estos dos conceptos les estemos prestando la atención que la urgencia aconseja, si nos hacemos los bobos ante su ausencia habremos de enjaularnos para nuestra conservación. Si para proteger nuestra libertad –o seguridad que no es lo mismo- vamos a cerrar fronteras y poner filtros inexpugnables en nuestros puertos y aeropuertos, puede ser que achiquemos la libertad defendida, y es seguro que la fraternidad y la igualdad la estamos dejando al margen. El peligro son los pobres, que producen  la desesperanza y la miseria. Sí; puede ser que las personas que cometieron los asesinatos en París fueran musulmanes de segunda generación  nacidos y crecidos en Europa, lo que ya no parece verdad es que hayan crecido en el seno de la igualdad y la fraternidad. Los padres de éstos, los de primera generación, cuando acceden a occidente solo tienen la ambición de sobrevivir, y la esperanza de conquistar un futuro mejor para sus hijos,y esto último es lo que les mueve. Pero los hijos ya no se conforman con sobrevivir, quieren lo mismo que los hijos de los franceses de siempre, que los hijos de los europeos de siempre. Y cuando la República o el Estado de Bienestar les deja fuera negándoles la fraternidad y la igualdad, entonces, todo se cae; y aparece Dios. Si la fraternidad y la igualdad del más aquí resulta inoperante, tanto que, por negarla estamos dispuestos a recortar nuestra propia libertad, es poco prudente ignorar que algunos de los excluidos confíen en el más allá y estén dispuestos a morir por la ilusión. El terrorismo no tiene ninguna justificación; ninguna. No obstante habremos de encontrar una explicación, como se la encontramos a los paraísos fiscales, la explotación de los trabajadores, el tráfico de armas, la discriminación de la mujer y el enriquecimiento obsceno de nuestros hijos de puta. Los pobres son peligrosos, y más lo son si son muchos. A lo mejor –o a lo peor-  la explicación que hemos hallado no lo está contando bien y un mal diagnóstico hace inútil cualquier intento de parar el mal; en el supuesto que eso sea lo que se quiere.
Barcelona a 12 de enero del 2015. RRCH.



 

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