Nuestros representantes democráticos en las
instituciones se sumergen día a día, despacito, en la más absoluta inmundicia.
Nuestro Fiscal Anticorrupción dimite por no poder soportar que le descubrieran
que tenía una sociedad mercantil en Panamá, para ahorrar, y los periodistas lo
publicaran. Su jefe, el Fiscal General del Estado, dice que le da pena que haya
dimitido el entenado, que el Ministro de Justicia y sus asesores le recomendaron,
porque lo hacía todo bien y quería que se quedara. Descubierto el entuerto en
el qué nadaba plácidamente el Sr. Moix, lo importante está en saber quién se
chivó. No fue bastante que antes de su nombramiento se supiera, mediante
grabaciones policiales, que era el fiscal favorito de presuntos corrompidos y
expoliadores de los dineros públicos, hoy presos. El presidente Rajoy y el
Ministro de Justicia hasta ayer manifestaban confiar en Moix. Decían lo que
dicen siempre, al boleo, despreciando la mínima inteligencia que, aunque fuera por
respeto, tendrían que suponerle a los españoles. Y han calculado que de tanto
tratarnos como bobos, igual nos avivan, y si eso pasara, para ello sería un
desastre. Por tanto, sacrifican a un peón para salvar a los capataces y al
patrón. Y se nota. Los causantes, el
caudal hereditario, los herederos y legatarios…
Barcelona a 1 de junio del 2017.- RRCH
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