Cuando lo
que se pretende analizar son las consecuencias y no las causas de las
cuestiones sociales, es fácil la crítica con frases políticamente correctas y
muy solidarias con las personas que han de pechar con tales consecuencias;
ahora bien, con ello no se alivian las consecuencias en las personas que las
sufren. Queda bien decir en el caso de la prostitución, que esto no puede ser
un trabajo y por tanto no se ha de regularizar, puesto que un trabajo es lo que
se hace con el cuerpo y la prostitución convierte el cuerpo en el lugar y
objeto del trabajo. Queda bien comparar la legalización de la prostitución con
la legalización de la esclavitud, el trabajo infantil y el proxenetismo. Pero
este argumento es sabidamente falso. La ilegalización de la esclavitud se
centró en impedir que legalmente unas personas fueran dueños de otras personas
contra la voluntad de éstas últimas, lo que no impide que muchas personas
pobres para salvar sus urgencias sean voluntariamente esclavos trabajando por
la comida o por salarios miserables. La ilegalización del trabajo infantil se
instauró en los países en los qué tal necesidad familiar podía solventarla el
Estado, y en los países que ello no se solventa, los niños trabajan o se mueren
de hambre. La ilegalización y consecuente penalización del proxenetismo nadie
la discute, y su existencia puede obedecer o ser coadyuvada precisamente, por
la inexistencia de una reglamentación legal del ejercicio de la prostitución.
Todas las
soflamas pretendidamente defensoras de la mujer y en combate con la utilización
que de ella hacen los hombres, es tan inútil e hipócrita como si se hiciera en
relación a los hombres -que por ejemplo en Senegal y por idénticos motivos- tiene
que dedicarse a la prostitución con mujeres europeas (españolas, francesas,
italianas, alemanas, etc.) Mujeres éstas que suplen sus insatisfacciones
comprando tiempo y sumisión a hombres con cuerpos bien conformados a los que
buscan en las playas; cosa que por lo demás pasa en todos los lugares; y aquí
también. La compra de satisfacción sexual no depende del género de comprador y
vendedor, sino de la capacidad económica para comprar en uno, y las urgencias
del otro que vende.
Las causas
de la prostitución podrían hallarse en la miseria, en la incultura, y también
en los falsos espejismo socialmente tolerados donde la medida de lo que se
tiene y posee determina lo que aparentemente se es. No todas las personas que
se dedican a la prostitución lo hacen por necesidad perentorias o sometidas a
la imposición forzada de otro; muchos lo hacen voluntariamente y defienden su
actividad como un trabajo: trabajadores sexuales. Seguramente los trabajadores
sexuales como los trabajadores de todo tipo trabajan para cubrir sus
necesidades. Las necesidades de cada cual depende de su subjetivad, de sus
valores, de sus prioridades. Los hay que se conforman con cubrir lo
objetivamente esencial y razonable, y los hay que desde su subjetivad necesitan
aparentar una solvencia al tiempo que esconder la procedencia de sus recursos.
Los hay que consideran más penoso dedicarse a un trabajo de los denominados
normales que establecer el objeto y puesto de trabajo en su propio cuerpo;
hecho éste -como es evidente-, que no es exclusivo de los que se dedican a la
prostitución; ciertos modelos hacen lo mismo con otro nombre, y ganan fama,
mucho dinero, y lo que es peor: obtienen el aplauso social.
El
reconocimiento de la prostitución como trabajo sexual y su consiguiente
regularización legal en derechos y deberes, al menos visibilizaría a muchos
hombre y mujeres (más mujeres que hombres) que hoy por hoy son “ilegales” al
dedicarse a una actividad “prohibida”. Si tuvieran protección legal quizás no
tendrían que buscarse o someterse a protectores criminales, con lo que el
proxenetismo tendría menor clientela. Quizás sufrirían menos de enfermedades de
transmisión sexual y de otras lesiones físicas o psíquicas con el acceso a la
sanidad pública sin tener que esconder su oficio. Quizás podrían disponer de
pensiones de jubilación, incapacidad y bajas por enfermedad.
Pero bueno, siempre podemos dejarlo como está
y seguir alimentando sesudos discursos emancipadores, expuestos por brillantes mentes
en impolutas tribunas.
Barcelona a 6 de septiembre del 2018. RRCh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario