miércoles, 10 de julio de 2019

Elecciones en Uruguay


 

Desde la distancia física y temporal que me separa de Uruguay, atendiendo a las noticias que me llegan y a las que por mis medios puedo acceder, al parecer existe un descontento casi generalizado sobre la gestión del gobierno, presuntamente de izquierda, que hasta la actualidad rige el destino del país; descontento que incluso manifiestan personas de izquierda que a regañadientes pueden seguir votándoles como mal menor, lo que no genera en si mismo mucha ilusión de progreso. Aparentemente las deficiencias del Frente Amplio se concretan en un escaso apoyo a la educación, desaciertos en brindar seguridad a los ciudadanos, y cierta arrogancia expositiva desde una pretenciosa superioridad moral.

La seguridad ciudadana tiene que ser compatible con la libertad. Si los ciudadanos no pueden estar tranquilos porque han de ir cuidándose para que no les atraquen o les roben lo que tienen, sentirán que las libertades de las que disponen son papel mojado y para ello es imprescindible que exista un equilibrio entre la represión del delito, las garantías procesales del inculpado y los derechos de las víctimas. Aunque antes de la represión se deben adoptar medidas preventivas, que no son otras que combatir la desigualdad.

Siendo esencial el combate de la desigualdad, ello no se consigue distribuyendo “sopa boba” o regalos de entretenimiento, sino a través de la una educación pública que ponga al mismo nivel los derechos y los deberes. Si a los sectores más desfavorecidos de la sociedad se le instruye en los derechos a los que son acreedores, pero paralelamente no se hace lo propio en cuanto a las obligaciones, lo único que se consigue es generar excluidos afanados en la supervivencia diaria sin esperanzas de futuro reales y efectivas. Está muy bien la frase de que lo importante es ser, más que tener, pero el que no tiene lo imprescindible no llegará a ser más que una persona embrutecidas y desilusionada que adaptándose a su situación de víctima convierte en culpables de sus miserias a las personas que con esfuerzo se han situado en una posición más o menos confortable. Y ello genera enfrentamiento entre la ciudadanía trabajadora y aquellos que han olvidado la rutina de trabajar y no la esperan ni la buscan.  

La ciudadanía ha de ser educada desde la escuela y las universidades, pero también -y quizás esto sea prioritario-, desde el ejemplo de sus representantes públicos. Y el ejemplo parte de la propia conducta del representante y de cómo, cuándo, dónde y de qué manera expone sus planteamientos. Cuando el relato político se centra exclusivamente en lo malo que es su adversario pretendiendo que el escuchante extraiga así las bondades del relator, con ello no se señalan y proponen soluciones, sino que se está interesando la resignación del otro en aceptar que es mejor malo conocido que bueno por conocer, lo cual lleva indefectiblemente a la melancolía.

Cuando estaba en Uruguay y en las cuatro décadas que ya no estoy, me he estado preguntando: ¿para qué carajo tiene ejército Uruguay?; y aún no he hallado respuesta, y cuando he visto en los presupuestos publicados el coste del ejército, siempre me pregunto: ¿y porqué no se invierte ese gasto inútil en un cuerpo de protección civil para proteger a la población de inundaciones o incendios por ejemplo, o para el traslado de enfermos, o la atención de ancianos ? ¿Ese dinero no alcanzaría para dotar a las ciudades y pueblos de educadores sociales en centros de acogidas de adolescentes con desarraigo familiar, a fin de reinsertarlos a una sociedad sana?

Siendo cierto que los gobiernos de izquierda ni siquiera se han planteado las interrogantes que antes he expuesto, tampoco creo que los partidos de derecha sean la solución que, por el nombre de los candidatos, los puestos se los transmiten de forma hereditaria. Parece seguir siendo una cuestión de familias con estandartes de colores que se apañan muy bien en el cuánto peor mejor. Tengo esperanza o soy muy ingenuo, que ya en Uruguay no se utilicen los partidos políticos y sus lemas para conseguir puestos de funcionario público necesarios o inventados, mediante la humillación servil ante los cabezas de listas. Antes pasaba. A pesar de aquél que dicen que dijo: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.

Barcelona a 10 de Julio del 2019. RRCh

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