jueves, 12 de septiembre de 2013

CATALUNYA, ya.


 

Es difícil defender la independencia de Catalunya desde el independentismo de bolsillo, si no se cuenta con un plan de financiación para después; sin saber si al día siguiente nos aceptarán en la Unión Europea o no. Sin saber qué opinará una España despechada, una Francia que mirará a Córcega y una Italia con su Norte, por ejemplo.  Sin saber qué sucederá con nuestro sistema bancario y que relaciones mantendremos con el BCE si es que conservamos alguna. Sin saber si el mercado que se nos debilitará en España podremos sustituirlo por otro fuera de ella o no. Es muy fácil ser independentista creyendo que al día siguiente habrá más trabajo y más dinero puesto que ya no nos robará España. El independentismo de cartera es tan bueno como el sentimental en tanto que suma, y el resultado de la suma es lo que importa. Las patrias se construyen generalmente en base a leyendas que acomodan la historia a los sentimientos que se quieren exacerbar. Creado el sentimiento ya no importa si Rafael Casanovas murió defendiendo Barcelona  en 1714 en favor al Archiduque Carlos de Austria y por las libertades de toda España,  o si vivió más de veinte años después trabajando como abogado en la Barcelona borbónica; se le pone flores al monumento y ya está. No importa si aquello fue una guerra de sucesión entre los Austrias y los borbónicos franceses o una guerra de secesión en que España anexionó a Barcelona y Cataluña. Eso da igual, lo que importa hoy es que ciertamente un importantísimo número  de ciudadanos catalanes, donde se incluyen también emigrantes de primera generación castellanohablantes, quieren ser independientes. Quieren que Catalunya sea independiente.

Ahora bien, también es difícil no querer independizarse de una España que tiene como representante máximo del gobierno y con mayoría absoluta, a un hombre que se defiende diciendo que es un engañado. Lo engañó el gerente y tesorero de su partido que repartía sobres con dinero a todos menos a él.  Él,  que le defendió hasta después que supo que el Sr. Bárcena tenía decena de millones de euros fuera de España; le engañaron los representantes del COI que le hicieron creer que iban a darle los juegos olímpicos a Madrid; le engañó la alcaldesa de Madrid diciéndole que hablaba inglés; le engañaron sus secretarias destruyendo las agendas de Bárcena o pasaron de él; le engañaron los informáticos destruyendo los discos duros de los ordenadores o pasaron de él; le engañó el Sr.  Rodríguez Zapatero haciéndole creer que dejando que el PP ganara las elecciones él en un plis plas lo arreglaría todo. Le engañó el actual presidente el Tribunal Constitucional que le ocultó ser afiliado del PP.  El hombre es tan distraído que todos le engañan, y ha de estar muy quemado por ello; es para estarlo. Por eso que para no meter la pata trata que los problemas se resuelvan solos. A él como a su vicepresidenta la hubiera gustado que la diada catalana fuera sin banderas discordantes, sin ansias de independencia, sin divisiones. No acierta el hombre a entender, seguramente porque no se esfuerza evitando agitarse, que precisamente independizarse del lugar en que se está se parece mucho a dividirse, y si la gente votara por la independencia unos dirían que sí y otros que no, habiendo una clara división entre los que dijeran que sí y los que dijeran que no. Pero él se mantiene quieto y distraído. El Sr. Rajoy se queda firme en su pedestal con la Constitución de 1978 en la mano seguro de que no hay toro que le empitone. El pobre no acierta a comprender que las cosas ahora se aceleran, y que como en su día no sirvieron como burladeros las Leyes del Movimiento ni el Fuero de los Españoles para evitar la existencia de la actual Constitución de las Autonomías, como él hubiera deseado, igual se debería hacer un nuevo encaje de bolillos, o al menos tapar las goteras del Congreso de los Diputados al cual asiste para reírse de la gente creyéndose él que le creen. ¡Ojo, igual se engaña!

 

Barcelona a  11 de septiembre del 2013.-

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