martes, 1 de marzo de 2016

INTEGRISMO IDEOLÓGICO Y NEGACIONISTAS DE REALIDADES


 

          Pablo Iglesias arrancó su andadura política con el eslogan de los de arriba y los de abajo, que lo de izquierda y derecha ya no era de este mundo, y que la casta estaba integrada por los de arriba, y los de arriba eran/son los detentadores del poder, y que lo prioritario e inaplazable era solventar las insatisfechas necesidades de los de abajo (desahucio bancarios, precariedad laboral, igualdad de género, educación pública  y universal, sanidad pública y universal, combate y superación de la corrupción, despolitización de la justicia, solidaridad nacional e internacional y la construcción equilibrada de la Unión Europea, entre otras ofertas). Albert Rivera arrancó su andadura política con el eslogan que los derechos son de las personas y no de los territorios, que las personas unidas en el marco de España son más fuertes y más capaces de superar las crisis económicas y sociales, que el independentismo territorial y especialmente el catalán, lejos de ser una solución para los catalanes es un perjuicio, y que su formación no es de izquierda ni de derechas sino de centro con el irrenunciable propósito de acabar con la corrupción. Y ello con propuestas sino iguales, compatibles con las del Sr. Iglesias. Ambos, en conversación televisada con Jordi Évole en un modesto bar, parecían predispuestos a huir del integrismo ideológico y si fuera necesario llegar acuerdos que trascendiera la política tradicional del quítate tú que me pongo yo. Pero no. Iglesias sin molestarse de cómo, para qué y de qué manera, a fin de sumar con los referendistas catalanes se apuntó al referéndum de Catalunya, y que fuera vinculante para el resto de españoles sin que éstos participaran en tal decisión. Se presentó en la tele rodeado con un grupo de los suyos, proponiendo un gobierno en el que él sería el vicepresidente y los suyos ministros de las carteras por ellos elegidas, y que el presidente sería de los otros porque al otro el destino le había sonreído; y ¡cómo no! el sonreído tenía que aplicar íntegramente el programa electoral de Podemos, porque es el mejor. Rivera, tratando de situarse en el centro pretendido, se acerca a Pedro Sánchez y entre los dos firman un acuerdo que para que sume dicen que está abierto a otras formaciones. Luego resulta que lo abierto está tan cerrado que no se le puede mover una coma. Sobre dicho acuerdo uno dice que le impuso al otro el ochenta por ciento del programa y el otro dice que él también metió su ochenta por ciento, y con el programa del ciento sesenta por ciento, parece que no conseguirán el cincuenta por ciento del apoyo del Congreso de los Diputados para que el destino le sonría a alguien. Ahora Iglesias es de izquierda, solo de izquierda, y está dispuesto a resolver alguna cosa de los de abajo solo si él accede al poder con un puesto reconocido –vicepresidente por lo menos- y si asumen los demás sin rechistar todas sus propuestas experimentales. Va quedando como niño repelente y mal enseñado cada vez que abre la boca, ahora para tratar de quedar más o menos bien con una parcela de votantes del País Vasco se descuelga con que Arnaldo Otegui estuvo más de seis años en la cárcel por sus ideas, aunque sabe de sobra que fue por sus acciones. Rivera recoge la pelota y se la reenvía recordando a Leopoldo López preso en Venezuela que según Rivera sí está preso solo por sus ideas. Seguramente la verdad que sacrifican y niegan  los dos para salvar su integrismo ideológico está en el medio: ni Otegui por sus graves acciones, una vez presuntamente mudadas las ideas que le motivaron a ejecutarlas, merecía tantos años de encarcelamiento; ni López por sus leves acciones sin mudar las ideas que le motivaron a ejecutar sus acciones con propósito de propagarlas, merece el encarcelamiento que está padeciendo  por una condena más que cuestionable y pena  muy superior en años a la que cumplió Otegui. Y lo que ya da asco, es que dos personajes que comenzaron situándose en el centro, ni de izquierda ni de derechas, de abajo o del medio, ahora nieguen la mayor para encontrar un sitio en el núcleo que detenta el poder con la máxima de quítate tú que me pongo yo. A ninguno parece ocurrírseles que para pactar hay que renunciar a algo para que un algo distinto introduzca su contraparte, y si se ha de pactar es precisamente por no haber conseguido ninguno la mayoría necesaria para intentar cumplir íntegramente su programa electoral. Programa que, con mayoría absoluta ya conocemos que tampoco se cumple: a veces porque se promete ingenuamente  lo imposible y otras porque con el previo propósito de no cumplir se promete adrede lo que los votantes quieren oír.

Barcelona a 1 de Marzo del 2016 RRCH

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