La cosa no va de si hay
una política vieja o nueva, de si sus miembros usan corbata y chaqueta o van en
mangas de camisa, si sus cortes de pelos son de una manera u otra, si sonríen
más o menos, si sus discurso son o no emocionantes,
si tienen más o menos fotogenia o si usan mejor o peor las palabras. La
utilización de estas argucias modernizadoras al son de las modas y las nuevas
tecnologías lo único que producen es una merma constante de la seriedad que ha
de presidir la gestión de la cosa pública, que en definitiva eso será la
política; o no será. La contraposición de lo nuevo con lo viejo, ni de cerca
determina que una sea mejor que la otra. Todo siempre se puede empeorar,
especialmente si hay empeño en ello. La decencia y la honestidad no son títulos
nobiliarios que se trasmiten en herencia; su contenido se ha de cultivar día a
día mediante la prudencia, la ecuanimidad y especialmente diciendo la verdad
por más que duela. La dulcificación de los rigores de la realidad puede que sirva para engordar pero
no produce transformaciones perdurables. Lo primero que requiere toda
corrección es reconocer los errores antes. Hacerlo de forma clara y sin dobleces. No parece
conveniente salvar los muebles dejando que se calcine la casa, los muebles a la
intemperie se pudren y mientras tanto son inútiles. Por ejemplo: siendo una completa
indignidad y una vergüenza nacional que el ministro del interior se agaville
con un ex juez encargado de controlar el fraude para hacer fraude político (nada menos), y
además le graben la conversación en su casa y se pase por la radio y la
televisión, al tiempo que tales individuos se hacen las víctimas por haberles
descubierto sus consolidadas desfachateces, no justifica que luego se culpen de cómplices a otras
formaciones políticas por no votar a favor que los indecentes comparezcan ante
el Parlamento a explicarse. No; no pueden comparecer porque aún no se ha
formado el Parlamento, cuando lo esté le pedirán cuentas y ya veremos cómo no
las dan y se cubren de mamarrachadas legalistas. Pero estas argucias de poca
mota para echar la responsabilidad a otros de los propios errores es una falta
de respeto a la ciudadanía. No se puede pensar que somos todos bobos,
somos algunos pero no tantos. No se
puede contestar a los que piden explicaciones de las supuesta financiación por
parte del erario del pueblo venezolano a figuras principales de Podemos, con que pongan
una querella; eso ya lo hacen los de la derecha. Las controversias políticas no se pueden derivar a los
tribunales de justicia esperando que pase el chaparrón y digan algo dentro de unos
años. No. Se ha explicar contestando todas las preguntas por incómodas que
sean, y puede ser una explicación creíble decir “lo hemos hecho mal,
rematadamente mal”, siempre y cuando tal afirmación vaya acompañada
de una voluntad visible de corregirse. La gente puede hacer la vista gorda y tolerar, pero
no se puede pretender que comulguen con ruedas de molinos y traguen que
Monedero cobró una millonada por un informe al chavismo venezolano que nadie ha
visto, y que luego como los ricos, trate de facturar a una sociedad
mercantil creada para la ocasión, y aprovechando la ocasión pagar menos
impuestos haciéndose la víctima. No, porque no se puede criticar las cosas
cuando las hacen otros y hacerlas buenas cuando a uno le conviene No se puede
decir que es un preso político un miembro de ETA con ínfulas redentoras que
estuvo preso por connivencia con el terrorismo más cobarde, y en relación a
otro con una condena desaforada que sí era político en el país que pagó a
Monedero, decir que es un delincuente, que aunque lo fuera no parece que la
condena que se le impuso sea proporcionada ni dictada con imparcialidad. No se puede decir después -ni nunca-, que
gente del PSOE tiene las manos manchadas de sangre y cal viva, y pasados unos días pretender ser amigos, socialdemócrata y
afirmar que Rodriguez Zapatero fue el mejor presidente de la democracia
española y sin solución de continuidad alabar a Felipe González antes denostado, ¡coño!, se
nota demasiado que se está maniobrando con artes de mercachifle para dividir y
luego absorber parte del voto de la izquierda. No se puede contentar a los nacionalistas
catalanes y vascos contra los españoles
y a la vez satisfacer a los nacionalistas españoles mentando la patria y a la unidad.
No se puede decir que de joven se reconoce comunista por provocación y ahora se
ha madurado convirtiéndose en socialdemócrata al tiempo que se besa a Anguita
lagrimeando cuando se supone que ya maduró y sigue comunista. No se puede echar a un responsable de Podemos
de la noche a la mañana haciéndose el dictadorzuelo machote y dejándole por el
suelo. No se puede pretender que una encuesta post-electoral explique porque
erraron las encuestas pre-electorales; lo de ver la paja en ojo ajeno y no ver
la viga en el propio es de mala política aunque sea nueva; es de nueva casta
incipiente mirándose el ombligo. ¡Qué!; lo dejamos para el después que nunca
llega, como no llegarán después los votos. No es lo mismo predicar que dar
trigo, ni es lo mismo dar clases magistrales de corta y pega en la universidad a chicos embelesados, que
convencer a los españoles con espejitos de que es oro todo lo que reluce. Esto
fue bien con los indios en Hispanoamérica en el siglo XVI que no tenían espejos
y el oro no les servía para sus necesidades. Si no se corrige el rumbo ya, y se
sustituye al patrón, igual los españoles les mandan a todos a la mierda; algunos
ya lo hemos hecho dándonos pena.
Barcelona a 29 de junio del 2016.-