Los
cuatro presidenciables se prepararon para no dañarse a sí mismos. A los cuatro
les importaba un pito lo que dijera el otro, su preocupación era cantar al detalle
lo que le habían preparado. No se sometieron al veredicto de la ciudadanía,
sino a la calificación de sus asesores. A Pablo Manuel Iglesias se le notaba
que le habían indicado que disimulara su arrogancia y estuvo todo el tiempo apretando
el culo. A Pedro Sánchez le habían dicho que reprochara a Iglesias no haber
sido presidente y controló poco su resentimiento, seguro que después le tocaron
la cresta. A Rivera le habían dado manga
ancha para que intentara sacar de quicio a Rajoy y a Iglesias, y para ello
lanzó algunas afirmaciones falsas a propósito con olvido de verdades más
infamantes. Sánchez desperdició la oportunidad que le dio Rajoy de comparar la
actitud de Chaves y Griñan en los Eres de Andalucía con la él, al frente del PP
en el fango de la corrupción. Sanchez no lo llevaba en el guion. Rajoy
describió un país ilusorio descrito desde la autocomplacencia de los pocos beneficiados
por sus medidas gracias a desigualdad y urgencias en las que ha situado a las
mayorías. No debatieron nada, cada cual
colocó el rollo ya conocido. La casta y la anti-casta ya pasó a la historia,
tesis y antítesis se ha convertido en síntesis.
Barcelona a 14 de junio del 2016. RRCH
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