lunes, 10 de enero de 2011

EL ECOLOGISMO COMO NEOCOLONIALISMO GLOBAL

No tengo claro que el colonialismo europeo fuera un mal, y la descolonización su remedio; máxime si tenemos en cuenta la miseria y desesperación  en la que viven la mayoría de los africanos –y no africanos- en contraposición a la  riqueza acumulada por los pocos que componen las clases dirigentes autóctonas; pero es un hecho cierto que el colonialismo es una fase histórica superada. El mundo rico se cuida mucho de no ser tachado de colonialista y para superar esa mácula se empeña en defender la ecología mediante ONGs (que nacieron como organizaciones no gubernamentales pero que casi todas ellas hoy por hoy se nutren de subvenciones públicas); y en ese afán propician la paz verde escrita en inglés pretendiendo conservar los lugares vírgenes o pocos contaminados, que quedan en el mundo infradesarrollado, puesto que en el otro se ha convertido casi todo en urbano; y ello se adorna de un discurso -que hasta puede ser sincero- de un conservacionismo protector encaminado a legarle a las generaciones futuras un planeta más habitable. Un mundo sostenible es la cuestión. Desde Europa y todo el mundo occidental se ve con buenos ojos toda la lucha que desarrollan los activistas de la paz verde, pero aún no he visto ninguna iniciativa seria de los países llamados del primer mundo que compense económicamente y de manera eficaz la inactividad que sobre territorios de otros se les exige a los otros que aún tienen espacios limpios porque  no han tenido los medios y la tecnología para explotarlos y urbanizarlos. No he visto disposición en pagar ese bien que se quiere conservar en país ajeno. Seguramente la cuestión se resolvería si Europa y el resto del mundo desarrollado impusiera un impuesto a sus ciudadanos para conservar el planeta,  o destinara una parte de su producto interior bruto para tal conservación, como lo hace para mantener las autopistas, la sanidad y la educación de sus propios conciudadanos,  y que el dinero recogido lo envíen a los pobladores de los territorios donde se encuentra lo conservable para que vivan dignamente cuidando su entorno sin necesidad de quemar árboles o tirar basura al río. Posiblemente así la cuestión se resolvería; ¿o habrían menos ecologistas en los países ricos?.
         Por lo que me cuentan Uruguay está inmerso en un contencioso con Argentina porque el primero pretende instalar unas papeleras en su territorio en las márgenes del río Uruguay; y los argentinos se oponen arguyendo motivos ecológicos con apoyatura decidida de los activista de la paz verde; y al parecer tal controversia no es muy pacífica y sí muy perjudicial para la economía uruguaya y la de sus gentes. Claro que posiblemente los argentinos no opinarían lo mismo si los complejos industriales se hubieran instalados en su país y proporcionaran trabajo y riqueza para los suyos; o sí?. Pero seguro que no estarían tan conformes con desmantelar los complejos industriales ya instalados que sin dudas contaminan. Y es lógico que esto suceda puesto que para el argentino de a pie ha de ser más importante darle de comer a los hijos que conservar el río para los nietos que igual no llega a tener; y a los uruguayos le ha de pasar más o menos lo mismo, incluso si fuera incontestable que los proyectos industriales contaminarán sin paliativos; lo mismo sucedió aquí en Europa con las centrales nucleares, aparentemente malas para el futuro pero una solución para el presente y el medio plazo. El ecologismo global se está convirtiendo en una suerte de colonialismo; el mundo es de todos, pero lo mío es mío; todos somos iguales pero algunos más iguales que otros. Ello me recuerda a un chiste que se hace aquí sobre la guerra civil: resultó que un grupo de milicianos tomaron un pueblo y en asamblea iban a decidir las expropiaciones y los nuevos destinos que le darían a los bienes; empezaron por los automóviles adjudicándole un uso socializante a todos ellos, que era distinto al que sus respectivos dueños les habían atribuido; repartidos todos, uno dice: “nos queda la moto esa que está en la puerta”, y otro  camarada contestó: “ esa no, que es la mía”.
         Hace unos días vi en un periódico una noticia sobre una cumbre de jefes de Estados latinoamericanos, y en la foto sale una señora en primer plano con un letrero en contra de la papelera de Uruguay. Lo curioso es que solo se le vio el trasero, el cual había sido  prolijamente seleccionado y enmarcado en una tanga con lentejuelas; una presentación perfecta de la retaguardia que como parte del envase aparecía más cuidada que el cartel reivindicatorio; ello difícilmente coadyuve al desarrollo industrial de la región, ni a la superación de las necesidades de sus pobladores como tampoco a mantener la pureza de las aguas del río; ahora bien, por aquí quedó la mar de simpática; dijeron el nombre de la chica y hasta podría ser que acabe en televisión luciendo sus atributos corporales en pro de la paz verde.

         Barcelona a 16 de Mayo del 2006.
                            Ruben Romero de Chiarla, Abog

1 comentario:

  1. No solo queremos que mantengan aquello "virgen" por si vamos de vacaciones, sino que casi les exigimos que no contaminen con sus viejos vehículos o los aires acondicionados para mantener el "encanto colonial"...

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