jueves, 20 de enero de 2011

SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO O LA GENERACIÓN DE LA VIOLENCIA


      Sobre la violencia de género o la generación de la violencia

         En la legislación española, y seguramente en todas las del mundo occidental, la violencia de género, es decir: la que se produce en el ámbito familiar o entre personas otrora unidas por vínculos emocionales, se trata desde criterios estrictamente racionales. Muy probablemente abordar la cuestión desde esta perspectiva es lo que produce la ineficacia en la aplicación normativa; lo que se traduce en más violencia, o, siendo muy optimista, en la misma violencia que había antes de tales normas.
         Seguramente el mundo no lo mueve, ni lo ha movido nunca la razón, la racionalidad o la razonabilidad; seguramente al mundo lo muevan las emociones de sus gentes, y la razón trata de controlar los movimientos, y no siempre lo consigue.
         Las creencias religiosa, espirituales, sociales y morales; conceptos como dignidad, humillación, desprecio, burla, honor, arrogancia, sentimientos de inferioridad o de superioridad, soledad, libertad, justicia, frustración, miedo, traición, decepción, deslealtad, culpa,  etc, etc; cuando se descontrolan; cuando se juntan; cuando se magnifican; cuando no se tienen otros; son los que generan la violencia. Pero resulta que tales conceptos; tales sentimientos; tales estados emocionales; no son considerados relevantes en la aplicación de la justicia-legal. Ello es así, partiendo del intento razonable de objetivar el hecho, desvinculándolo de la raíz emocional; de no hacerse así podría caerse en la tentación de justificar hechos violentos. Dicho de otra manera: es obvio que el hombre que mata a su mujer porque mientras está con él -de hecho o de derecho-, la encuentra en situación comprometida con otro hombre, es reo de homicidio; como también lo es el hombre que comete el mismo crimen cuando se encuentra ante la misma situación tres años después de haberse divorciado de la desafortunada que antes fuera su esposa; pasaría lo mismo si la que mata es mujer y el que muere hombre; pero sucede mucho más lo primero que lo segundo. Sencillamente porque el hombre frente a una mujer generalmente está más preparado física y psíquicamente para un hecho violento. Pero de ahí no se deduce que si en un caso concreto la mujer que encuentra a su marido en situación comprometida con otra mujer, y física y psíquicamente ella está mejor dotada que ese hombre, no desarrolle también la misma violencia. Por tales criterios estadísticos, y la alarma social y periodística que produce, mueran o son lesionadas mucho más mujeres en manos de los hombres que hombres en mano de mujeres (aunque aún no se han analizado las estadísticas, si las hay, del número de suicidio de hombres). Así, la normativa legal protege más a la mujer frente al hombre que al hombre frente a al mujer. Por tales presuntas justificaciones  hay preceptos en el Código Penal que ante un mismo hecho impone una sanción más grave al hombre si es el imputado, que a la mujer si la imputada es ella; e incluso se tipifica como falta (infracción penal de rango menor que nunca incluye como pena la privación de libertad) si la autora es mujer y el perjudicado hombre, y es delito (infracción penal de mayor rango con la privación de libertad como pena),  si la perjudicada es mujer y el autor hombre, aunque el resultado lesivo físico o emocional sea idéntico; por ejemplo: decir reiteradamente: “eres un descerebrado como todos los hombres, piensas con la polla, por eso no eres capaz de conseguir un trabajo que no sea la mierda esa de la puta obra” es un delito con menos pena (153,2CP); y decir reiteradamente “mujer tenías que ser, no sirves para nada y además tienes las tetas por la barriga y el culo como una bolsa de patatas” es un delito con pena mayor (153,1CP).

          Y además cuando en el caso, la mujer es la víctima se tramita ante un Juzgado especializado en delitos contra la mujer, y cuando es el hombre el perjudicado, se tramita en un juzgado de instrucción normal. El primer supuesto se resuelve en pocos  días con medidas provisionales mediante las cuales el hombre se va de su casa con una medida de alejamiento y una pensión mensual para pagar; y en el otro supuesto, la resolución tarda meses o años, sin medidas provisionales ni cautelares. En los procedimientos penales es esencial llegar a la intencionalidad del autor; lo que el sentido común de la gente común denomina: culpa.
        Aquellos insultos; aquellos malos modos; aquellas incomprensiones; aquellas ausencias de compromiso; aquella falta de respeto, de estima, de cortesía, de amabilidad, de lealtad, de elegancia, de consideración al otro, de trato injusto, que sirve para determinar la culpa en la vía penal; cuando el mismo caso va al proceso civil de separación o divorcio ya no es importante. Y no es importante en vía civil porque las causas de divorcio o separación no se fundamentan en la culpa; aquí la culpa no tiene  relevancia jurídica. En el proceso civil de separación o divorcio lo que importa es cual de los dos progenitores es el más idóneo para hacerse cargo de los hijos, y el que resulte más idóneo será el que se quede en casa; el otro, se va y desde fuera debe pagar pensiones alimenticias a los hijos y en su caso también a la ex pareja, ya sea compensatoria, indemnizatoria o alimenticia.
     Tal “idoneidad” se evalúa más desde la perspectiva de la “disponibilidad” que de la idoneidad misma (dónde, en qué trabaja, y cuántas horas está fuera de casa). Lo que podríamos denominar la “calidad humana” del evaluable no se evalúa; cosa, por otro lado, imposible de hacer sin entrar en valoraciones culpabilísticas que necesariamente se harían desde parámetros morales; entonces: no se considera la idoneidad sino la disponibilidad. Y tal disponibilidad se valora  independientemente de lo que el disponible sea capaz de aportar al cuidado y desarrollo integral de los hijos.
          Bien; esto que en síntesis es la legalidad vigente, en la vía penal sobre un hecho concreto y en la vía civil sobre otro hecho concreto, pocas veces por no decir nunca, tiene algo que ver con la realidad; pocas veces o nunca sirve para resolver un conflicto familiar real. E incluso parece, da la sensación, que ni los jueces ni los fiscales tienen ningún interés en resolver el conflicto real, solo el supuesto de hecho concreto que le llega a sus manos, y cuanto más concreto mejor; pero resulta que la vida familiar afectada nunca es concreta y menos se circunscribe únicamente a un hecho producido el día tal a la hora tal en tal lugar.
         La realidad es distinta: una pareja casada o no, que lleva años viviendo junta, que tiene hijos, que tiene hipoteca, que tiene créditos de los muebles o del coche pendiente por varios años, deudas con el suegro o el cuñado porque al uno o al otro le dejó un dinero como entrada del piso que no se apuntó en ningún sitio porque había confianza, pero que lo saben… Un día, la mujer descubre que desde hace tiempo el hombre la engaña con otra señora; o el hombre le dice que ahora ya no la quiere y que quiere a otra, o que no tiene a nadie pero está aburrido de estar a su lado: muy normal. Pero resulta que la mujer recuerda en ese acto con una nitidez como si lo estuviera viviendo en ese preciso instante, que el día antes él le había dicho que la quería más que el primer día; y que por su cumpleaños le compró un collar precioso; y cuatro días antes habían hablado ilusionados los dos, de hacer el baño nuevo y pintar el piso; que no hace ni una semana ambos estaban alucinados de lo que le pasó al vecino de arriba con su mujer que parecía que se llevaban de fábula, y de un día para el otro se separaron, y que habían comentado “qué barbaridad!”, “la gente no sabe lo que quiere!”, “pero a nosotros no nos pasará eso nunca porque somos sinceros, nos respetamos, hablamos”; “es que la gente no habla!”. Y la mujer recuerda más y más, y concluye que estaba durmiendo con un desconocido, con una persona que le mentía; se siente humillada; se siente boba; se siente sola; se siente culpable de ser una cándida; piensa qué ha hecho mal; piensa que su marido es un auténtico hijo de puta, un cabrón. Y piensa: “y ahora qué”. Su hombre asume la culpa y se va; o no la asume y la culpabiliza a ella y también se va. Y los niños?: pues, se quedan con su madre. Y la madre se aferra a ellos, a sus hijos; no los quiere compartir; si resulta que su marido es un hijo de puta y un cabrón, también es un hijo de puta y un cabrón el padre de sus hijos que es la misma persona. Y no quiere que sus hijos, que los parió ella, los toque un cabrón hijo de puta, y menos aún la puta con la cual se juntó ese cabrón. Pero la ley esto no lo considera; para la legalidad el marido se separa de la mujer pero el padre no se separa de sus hijos. Son cosas distintas; y en la realidad esa cosa distinta para la ley no lo es para la mujer . Entonces la mujer no le deja ver a los niños, le pone mil pegas; y entonces él no le paga la pensión; y entonces los niños no ven al padre; y entonces los niños dejan de ir a las actividades extraescolares; y entonces los niños creen que el padre no los quiere; y entonces se hacen pipí otra vez; y entonces la madre les grita; y entonces los niños creen que papá no es tan malo; y entonces reciben regalos; y entonces piden más; y entonces el padre denuncia a la madre porque no le deja ver a los niños; y entonces la madre dice que el día que vino no le tocaba, puesto que le toca un fin de semana cada dos, y el día que le tocaba no vino; y entonces el juez dice que no lo tiene claro; y entonces la mujer denuncia al marido porque no le paga la pensión; y entonces el marido dice que ahora no hace horas extras y que lo que le pagaban en negro ya no se lo dan; y entonces cambia el coche de nombre; y entonces se va al paro; y entonces pide abogado de oficio; y entonces no ve a sus hijos; y entonces le denuncia; y entonces su nueva mujer opina; y entonces la ex consigue otro hombre que se va a vivir con ella y la defiende; y entonces sus hijos le llaman papá a otro; y entonces este otro les hace más regalos; y entonces él no paga la hipoteca porque ella tiene otro; y entonces ella dice que ha rehecho su vida; y entonces la mujer nueva de él le dice que es tonto por que está manteniendo al amante de su ex; y entonces él se enfada con sus hijos porque le hablan bien del nuevo hombre de su ex; y entonces los niños no quieren ir con él; y entonces la madre dice que no vayan; y entonces otras denuncias que acaban en nada; y entonces opina la suegra, el suegro, la nueva suegra, el nuevo suegro , y los suegros nuevos de la ex; y los hermanos, y los amigos, y lo que te dejé para comprar el piso, y las reparaciones que no te cobré porque eras mi cuñado, y cuando te ayudé a pintar el piso; y lo que me dijiste , y lo que te dije; y entonces…
         O; una pareja bien avenida, con hijos, piso, coche, hipoteca, créditos personales; un día ella le dice a él que mejor que se separen porque ya no siente nada por él; o, que está enamorada de otro; o, que lo quiere pero mejor separarse porque está en un momento vital que no tiene claro exactamente qué le está pasando y qué siente, y que quiere respirar; y espacio. Y a él, le pasa en un instante una película por los ojos tan nítida como real, y ve, huele, oye y toca hechos reciente, y no entiende nada; se queda aturdido y la saliva se le torna amarga, Y ahora qué?: bueno, te vas; te buscas un lugar dónde vivir, lo pagas, lo amueblas; sigues pagando la hipoteca del domicilio conyugal; pagas una pensión para los niños y los verás dos días cada quince. No hay problema: “seremos amigos”. Pero si él no acepta el trato? Ah!!; hay discusión; y entonces él le dice que es una autentica irresponsable; y ella le dice que no le haga hablar; y él dice que hable, que hable; y ella le dice que es un aburrido, que no se cuida, que fuma como un carretero, que le da asco; y él le dice que es una puta de mierda que le ha estado tomando el pelo y que debería partirle los dientes por lo que está haciendo, que él no tiene la culpa si le ha llegado la menopausa y se le seca el coño; se pone rojo; apreta los puños y la mira como nunca antes lo había mirado, y le dice lo que nunca antes le había dicho porque nunca antes lo había pensado y porque tampoco estaba pensando. Y ella se va a comisaría y dice que su marido la maltrata psicológicamente, la insulta, que se ha puesto como un energúmeno, que le tiene miedo; llora, tiembla, y dice que no vuelve a casa mientras esté él. Y viene la policía; y  a él se lo llevan esposado; y el juez de violencia contra la mujer le imponen una orden de alejamiento de quinientos metros y la obligación del pago mensual de una pensión alimenticia; y un par de policías le acompañan a su casa para que saque el atadito de ropa y se vaya que dentro de unos días le llamarán para el juicio, y que no llame a su casa, ni escriba, ni se comunique por internet, y sobretodo le aconsejan dulcemente que esté tranquilo que es mejor para todos. ¿Y mis hijos?: búsquese usted un buen abogado y tenga paciencia que sus hijos siguen siendo sus hijos, pero de momento manténgase alejado
         Y llega el juicio; y él entra al edificio con la ilusión de sacar todo lo que tiene dentro; todo lo que ha repasado una y mil veces en su cabeza;  de decir su verdad, toda la verdad; desconfía un poco, pero necesita desesperadamente creer en la justicia. Mira un panel; comprueba el papel que tiene en la mano; sube el ascensor, llega a la puerta; está cerrada; hay un folio donde aparece su nombre, llega el abogado, le cuenta lo que ya le contó mil veces y el abogado le dice que sea concreto, que no se vaya por los cerros de Úbeda, que le tienen que creer, que no le darán mucho tiempo; él oye pero no escucha; siente las pulsaciones de sus sienes, la dureza de su escroto apelotonado, la rigidez de su esfínter anal; el sudor de sus manos y el amargor de su saliva que le reseca la boca. Se le acerca una persona que le llama por sus dos nombres y sus dos apellidos y le pide el documento nacional de identidad. Entra a la sala; de frente hay dos personas que ni le miran vestidas de negro con un ordenador y unas carpetas sentadas en unos escritorios largos que en cada esquinas tiene otro escritorio también largos que entre los tres forman una u; a la derecha otra persona también de negro, a la izquierda la única que conoce, su abogado. A él lo hacen sentar al centro de la u; está más bajo que los demás; no sabe qué hacer con las manos; no sabe dónde mirar; nadie le mira, solo su abogado. La persona de negro que está en el escritorio frontal dice: “Se inicia la vista oral de los autos 2328 del 2008 por violencia de género contra don Fulanito de Tal. Es usted Fulanito de tal?; sí; contesta. ¿Sabe usted de qué se le acusa?; sí, contesta.  “Bien, conteste a las preguntas que le hará el ministerio fiscal”. Fulanito mira a todos los lados, y cuando oye una pregunta mira a la persona que se la hace: “Es verdad que el día 1 de febrero del 2008, sobre las veintiuna horas estando usted en su domicilio junto a su esposa, le dijo a ésta, en tono agresivo y encarándosele: “eres una puta de mierda”?. Y Fulanito dice: “ bueno es que antes…”; y el ministerio fiscal le interrumpe, y le dice: “no le he preguntado lo de antes, se lo ha dicho o no se lo ha dicho”; y Fulanito dice, “sí, pero es que”..; y el juez le dice: “usted conteste a lo que le preguntan, si quiere añadir algo lo añade después, pero sea concreto, lo que le pregunta el fiscal es muy sencillo de contestar, se lo dijo o no se lo dijo; qué quiere añadir?”. Y Fulanito dice: “ es que llevaba con ella viviendo veinte años y tenemos dos hijos y ella…; y el juez le interrumpe diciendo: “ señor Fulanito, aquí estamos para averiguar lo que es objeto de la denuncia que interpuso su esposa sobre lo que pasó el día 1 de febrero del 2008 a las nueve de la noche en su casa; usted tiene un abogado y ya le habrá dicho que eso lo tendrá que discutir en la vía procesal civil correspondiente, a nosotros aquí no nos interesa su vida en los últimos veinte años”. Y Fulanito baja la cabeza y traga saliva; y el fiscal sigue: ¿cuándo Ud. le dijo a su esposa eres una puta de mierda, ella estaba sola con usted, verdad?”. “Si señor”, dice Fulanito; “y usted se puso rojo de ira verdad?”, “Si señor” dice Fulanito. “Se puso de manera que le infundió miedo a su esposa verdad?”. “Bueno” dice Fulanito; y el fiscal dice: “Estaba usted agresivo verdad”. “Bueno” dice Fulanito, “pero es que…”, y el fiscal interrumpe y dice: “no tengo más preguntas”. Y el juez dice; “ahora contéstele a su abogado”; y el abogado pregunta: “Señor Fulano, que pasó antes para que usted dijera lo que dijo”. Y Fulanito dice: “Es que después de veinte años…….” Y el Juez interviene: “Señor Letrado no incida usted en los veinte años, que eso no es objeto de debate, pregunte por los hechos concretos sobre los que ya no se haya preguntado”………..

       Y al final; todos frustrados. Más frustrados. La tolerancia a la frustración es lo que nos hacer sociables; pero toda tolerancia al final encuentra un límite; traspasado el límite salen las emociones y no necesariamente cariñosas…  Habrá que repensarlo…

Junio 2008.-  Ruben Romero de Chiarla.-

2 comentarios:

  1. Tan real, como la vida misma.Muy buena exposiciòn de hechos y tambien de sentimientos.

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  2. Magníficamente expuesto una situación tan real y tan trivialmente tratada en todo los medios de comunicación. Es para repensar todo cuestionándonos que locura estamos generando en la relaciones que más nos deberían fortalecer y reforzar.

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