lunes, 12 de noviembre de 2012

TOROS

PROHIBIRLO TODO.-

            Por supuesto que se han de prohibir las corridas de toro y cualquier otra corrida. No podemos estar discutiendo siempre si una corrida si y otra no. Que según como se corra vale o no vale. No se entiende cómo no se han prohibido antes. Porqué un señor con lentejuelas y un puñado de algodón en el paquete genital se tiene que ganar la vida metiéndose con un pobre toro, para que otros saquen los pañuelitos y digan tonterías y olé. Si quiere hacer verónicas, media verónica y pases de pecho que lo haga en el salón de su casa con su madre. ¿Acaso se cuenta con la voluntad del animal? Claro que las gentes van voluntariamente a ver esos espectáculos, pero el toro no. Que le pregunten al toro; seguro que les dice que se vayan a hacer puñetas; o los mata con la indiferencia. Cualquier toro que se precie, y tenga la autoestima adecuada, dirá que, él quiere estar con las vacas por el campo, procrear; intentándolo muchas veces hasta que cuaje y cuando cuaje seguir intentándolo para el goce mutuo. Y con cuántas más vacas y terneras lo hiciera, menos rabia le tendría al trapo rojo; o si. La naturaleza o el señor, no creó a los toros para que los humanos se diviertan un ratito y  cuando se cansen le claven una espada en el lomo y los dejen tieso. A los criadores de toros bravos hay que prohibirles que se puedan dedicar a otra cosa, hay que obligarles a que sigan criándolos; no vaya a ser que cambien de negocio y los toros quedan desamparados. Que no. Prohibido. Hay que prohibir también que se maten en los mataderos a los hijos de los toros, a las parejas de los toros y a los toros mismos –sin discriminación racial para no violar el artículo veinticuatro de la constitución. ¿Por qué se tolera que un humano tenga la profesión  de matarife?, ¡y encima con seguridad social y jubilación! Se tolera que se pasen igual cuarenta años de su vida matando vacunos con una picana eléctrica, un marrón o un cuchillo para que los demás humanos desalmados se los coman en filetes, estofados o guisos. Los animales cuando están haciendo cola para que les maten sin juicio previo ni acusación fundada, sufren estrés, depresión, y se cagan de miedo. Hay que prohibir esto ya. Como también hay que prohibir la tortilla de patata, puesto que uno de los ingredientes fundamentales son los huevos de gallina, que en realidad son abortos de esas indefensas aves. Son abortos  si están fecundados; y si no tienen gayadura es peor, puesto que en tal caso a la gallina se le ha impedido procrear –o disfrutar sexualmente de su gallinidad-; la naturaleza o el señor les dio huevos a las gallinas para que hicieran pollitos y pollitas, no para que hiciéramos tortillas. Y naturalmente, prohibir las granjas de gallinas, que las tienen de forma inhumana, con la luz encendida toda la noche, para engañarlas y que den dos huevos por día; estresadas, sin poder relacionarse con sus congéneres. Y ni hablar de las granjas de pollos, que por ser machos ya se lo merecen un poco, pero no tanto como para que los engorden a lo bestia en cuatro días y luego le tuerzan el cogote y le pongan una goma para aguantarles las alas contra las patas disimulando que le arrancaron las tripas. Y luego lo coloquen ya cadáver contra un cristal al frío con una ramita de perejil en el culo, o limón que ha de ser peor. Y las granjas de cerdos, también hay que prohibirlas radicalmente; no es de recibo el trato que se les da; va en contra de todos y cada uno de los tratados internacionales de los derechos humanos, que prohíben que nos comamos los unos a los otros y los cerdos no tienen porque ser menos. ¡Y que no vengan los consumidores de cadáveres diciendo que es una necesidad!; eso es mentira; que se hagan vegetarianos –mejor veganos- o que emigren a países menos civilizados que los hay. Prohibir también, montar a los caballos y las yeguas; no hay derecho que a estos animales se le suban en el lomo para divertirse y divertir a otros, destrozándoles la columna vertebral a los equinos, que los exhiben sin el consentimiento de ellos con el culo al aire y le hacen levantar la patita o las manos de forma indecorosa o correr como unos idiotas con destino a ninguna parte. Lo que se hace con la yeguas es una vergüenza, no se les respeta en lo más mínimo la yeguaridad a que en buen derecho son tributarias, ya no quedan caballos a su disposición, a casi todos los castran para pacificarlos, y a los que les indultan los testículos le hacen montar yeguas artificiales para repartirle se semen en pequeñas dosis entre otras; y éstas pobres no se enteran, conciben y conciben, paren y paren sin conocer caballo con el que compartir orgásmos.. Bueno; es que con los toros y las vacas hacemos las mismas aberraciones, le impedimos cualquier disfrute.
         Pero no solo eso, hay que prohibir cosas de los humanos entre ellos; se tienen que prohibir las relaciones sexuales de forma total. La sexualidad de la gente la inventó dios, la naturaleza o la madre que lo parió, antes de descubrirse la fecundación in vitro. Dicho don fue atribuido por el altísimo con una exclusiva finalidad  y muy clara: procrear. Luego, como todo lo que tocamos los humanos le acabamos encontramos otra utilidad olvidando la finalidad que estaba mandada, y centrándonos pecaminosamente en el disfrute.  Seguro que no se le puso un sexo a uno y otro a la otra para que hicieran guarradas intercambiando fluidos, frotaciones y gemidos lúbricos. Ahora con las técnicas de reproducción asistidas que son más higiénicas y eficaces, con sacarle al macho humano un poco de líquido seminal y a la hembra un óvulo, ya está. Se pone en un tubo de ensayo en circunstancias idóneas y tenemos un niño la mar de bonito en un periquete, y hasta le podemos elegir el color de los ojos, la altura y la carrera universitaria que hará. Con esto se evitarían cosas terribles, como las enfermedades de transmisión sexual, y otras peores como los líos que se crean entre las parejas por bobadas que acaban dándole trabajo a los pobres jueces con pleitos que no se acaban nunca, porque todo lo recurren.  A los hijos también hay que prohibirles que tengan madres y padres, así éstos no los malcrían, ni se pelean por la pensión, las vacaciones y el tiempo que el muchacho está con la pedeá o mirando la tele, y así no se les cercena la infancia, la adolescencia y la libertad, que luego les traumatizan y por culpa de los progenitores pintan persianas, mean por las calles, se emborrachan, se drogan y se hacen okupas. Es que se debería prohibir el apareamiento entre personas, si se quieren relacionar e intercambiar ideas ya tienen internet, con ello se evitaría la gripe A, los procedimientos judiciales de división de la cosa común; y lo mejor: se viviría ecológicamente.
    Sobre esto último los prohibicionistas tibios, los que van a medias, igual dicen que las relaciones humanas hay que dejarlas porque son voluntarias; pero es que no tienen ni idea. La voluntad no existe, solo es necesidad. Si se cubren las necesidades la voluntad desaparece, ya de antaño a los soldados se le daba bromuro para cuando vieran una hembra no les diera frío ni calor y solo adoraran a la patria hasta perder la vida; y a las mujeres se les daba catecismo como apoyo psicológico y espiritual que les dejaban las hormonas quietecitas. Y para caso extremos de féminas ociosas y de buena cuna, en la época victoriana en esa granbretaña de santidad y buenas costumbre, un doctor inventó una máquina sucedánea al coito, de manera que la señora que tuviera excesos de estrógenos y de ganas, pudieran tener fundados orgasmos en una camilla; y eso por pocas libras, y posibilitando que el marido pudiera seguir en el bar como dios manda o concluyendo negocios liberados de la histeria hembril.  Eso ahora, con el estado del bienestar y la globalización se ha democratizado y  popularizado tanto -con la invención de la pila y la silicona-, que solo las mujeres incultas necesitan conocer hombre para desahogarse a gusto; hasta en los supermercados se pueden encontrar consoladores de colores, con surtida diversidad de tamaños, y hasta con cambio de marchas. Y no digamos de los machos, que el I+D+I ya ha elaborado mujeres completas de silicona, con cabeza, temperatura, y pelos solo en los lugares reglamentarios. Todo un prodigio para no discutir. Y para la otra alimentación –la biológica-, con los avances científicos se puede inventar –cuando sea necesario-, una pastilla de nutrición completa que incluso nos alimente sin colesterol, ni ácido úrico, ni azúcar en demasía, y así de paso menguaríamos el calentamiento de la tierra. Si a la pastilla se la trabajan productivamente como es debido, hasta puede servir para que al tragarla aprendamos inglés, teorías macroeconómicas y cómo ganar en la bolsa para llevar la hipoteca al día. Hay que luchar en pro de conseguir que los humanos duren y duren, aumentar la edad de jubilación a los noventa y cinco años, puesto que si no llegan es culpa de ellos por fumar, hacer guarrerías o no seguir las indicaciones, y sobre todo, que tengamos una relación fraterna con los animales. Hay que prohibir los insecticidas: ¿Acaso los mosquitos no tienen derechos? ¿No tienen una función en el ecosistema? ¿No alimentan a las arañas u otros bichos con derechos? ¿Qué derecho tenemos nosotros en matarlos al tiempo que perjudicamos la capa de ozono?
     Hay que prohibirlo todo.
     Antes decía que se hicieran veganos, que son personas que no consumen nada procedente de animales: ni zapatos. Pero resulta que éstos se pasan por los intestinos todo lo verde que pillan; y seguro que las plantas tienen sus sensibilidades, y no les debe hacer mucha gracia que las saquemos de su tierra para digerirlas; o fumarlas.
    Se han de prohibir  hasta los españoles. Y los catalanes también, una vez se convenzan que son independientes; aunque posiblemente si se prohíben a los españoles, ya ni haría falta.
         Y para acabar: hay que prohibir, y ya, los géneros. No puede haber machos y hembras. Esto siempre ha sido un problema, un cúmulo de frustración y de conflictos; unos porqué se dejan la tapa del wáter siempre levantada, los pelos en la pica, los calzoncillos allí donde caen y carecen de sensibilidad de la cintura para arriba; y las otras porque tienen que repetir las cosa mil veces para ganar por cansancio o inventarse dolores de cabeza que les invalidan para las actividades lúbricas con completa frustración de la sensibilidad masculina –además de estar preguntando siempre. “en qué estás pensando”-. Se ha de conseguir  un solo género, los hembrachos  (no pongo machembras por no ofender a colectivo feminista); se les opera a todos obligatoriamente y por la seguridad social (para que no hayan distingos en los acabados); se les pone penes y testículos a los que tiene vaginas  y ovarios; y ovarios  y vaginas a los que tienen penes y testículos. Todos de la misma medida, textura y volumen para que no vayan comparando y generando discriminación a las minorías. Así todos contentos y todos iguales. Que cada cual utilice el instrumento que más le satisfaga tanto en solitario, contrapunto, dúo, trío u orquesta.  Y también simplificamos el idioma, los plurales los hacemos con la e; y uno solo. Nada de miembros y miembras; nada de culos y culas; ni bicicletas y bicicletos, ni policías y policíos. Sencillo: miembres, cules, bicicletes, policíes. Y prohibir los correctores de textos en los ordenadores que a uno no le dejar escribir los que le sale de adentro.
         Prohibiéndolo todo, y echando imaginación tendríamos un mundo ideal muy bien apañadito. Nada de comer seres vivos ni divertirnos con ellos, y menos utilizarles para nuestras necesidades. Se ha de acudir a los minerales, mucha sales y hierro. Subvencionar concienzudamente a los laboratorios para que descubran nuevas proteínas no biológicas que nos hagan durar sin quejidos hasta que sea conveniente; también se pueden reciclar los cadáveres –previa lógica prohibición de las religiones- y convertirlos en apetitosas pastillitas. Que cada cual esté en su casa, sin contaminarse con los otros. Buscar divertimentos sin agredir la emocionalidad de nadie; emocionarse sin riesgos y con plena seguridad de que es de mentira. La forma más eficaz de no ofender a nadie ni a nada es, no contactar con nada ni nadie. Cada cual con su cadacuala, pero que la cadacuala no sea otro ni otra, sino ya la liamos y volvemos a la religión para entender lo inexplicable.    

Tenemos que prohibir todo lo que nos gusta en cuantito seamos coherentes; pero de momento, claro está, hemos de comenzar por prohibir todo lo que les gusta a los demás que siempre hiere nuestra sensibilidad. O sencillamente prohibimos a los demás….


 Barcelone a 11 de noviembre del des mil nueve. Ruben Romere y Ajoderse.-  

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