La señora Fallarás publicó hoy en El Mundo un artículo que tituló: “La puta economía de Albert Rivera”, y
como la mayoría de personas bien-pensantes,
se afana en valorar vehementemente lo que debe ser, dejando al margen lo que
es, y lo que viene siendo desde el inicio de los tiempos. La legalización de la
prostitución, o el dejarlo como está torciendo la nariz y mirando para otro
lado, es una cuestión que levanta ampollas, especialmente dentro de los grupos
humanos que se sitúan fuera del colectivo que sufre la ilegalización o la alegalización. Y lo que ya resulta
incomprensible es que los sectores de la izquierda hayan puesto el grito en el
cielo cada vez que alguien osa poner sobre el tapete éste asunto, cuando resulta
que ellos jamás han propuesto nada en relación a ese colectivo invisible de
mujeres que no lo quieren mirar. Disto mucho de comulgar con la inmensa mayoría
de planteamientos del Sr. Rivera, lo que no impide que apoye éste concreto.
Cosa distinta será, en su caso, cómo y de qué manera se propone abordar la
legalización de la prostitución. Aún sin saberlo, o precisamente por ello, no
parece que de su propuesta inicial se proponga legalizar el proxenetismo, ni el
comercio de seres humanos o la explotación de niñas para el comercio sexual,
como la Sra. Fallarás le achaca mediante una embestida personal absolutamente
insostenible. Acepta la Sra. Fallarás que al menos un número menor de mujeres
que ejercen la prostitución lo hacen por su propia voluntad, y añade que aun
así de ello no se deriva que sea algo bueno, ni deseable, ni aceptable en
nuestra sociedad. De acuerdo. Pero es de suponer que lo que el Sr. Rivera
intenta regularizara legalmente es exactamente el ejercicio voluntario de dicha
actividad, puesto que el forzado por otro,
es y seguirá siendo perseguible penalmente. Cuando se propone la
legalización de las drogas nadie dice que el consumo sea bueno ni que se haya
de forzar a los niños para que se droguen aunque no quieran, se persigue
precisamente el mal menor, puesto que el mayor: las mafias y la explotación no
se ha conseguido con la ilegalización. No parece que el Sr. Rivera ni las demás
personas que consideramos un acierto regularizar la prostitución normativamente
tengamos la voluntad de promocionarla, si acaso sí de paliar los efectos
perniciosos de la explotación que enriquecen a los que de ella se lucran. La
Sra. Fallará en su delirio moralista le pregunta al político si él consideraría
un buen oficio para las hijas de él, que se hagan putas legalizadas. La
pregunta es estúpida porque ya sabe la respuesta: no. Tampoco le parecerá bien
que sus hijas sean jornaleras del campo en las vendimias de Francia, ni
limpiadoras de la mierda de los ricos, ni peonas de la construcción, ni
picadoras en una mina, ni que tengan que emigrar para buscarse las habichuelas.
Claro que toda voluntad en el ejercicio de cualquier actividad está mediatizada
por la necesidad, especialmente si hablamos de las citadas. O, acaso las
empleadas domésticas y todos los que se rompen el culo trabajando de sol a sol
por una miseria, ¡lo hacen por vocación! Seguramente en ello hay menos
vocaciones que en ser putas. Lo que sucede es que a los que se matan por poca
cosa dejándose la piel en la faena les consideramos de los nuestros y nos
dolemos por ellos, y a las putas no. Ellas son otra cosa, no sabemos qué cosas
son, pero cosas. Las preguntas la Sra. Fallarás debería hacerla a las mujeres
que ejercen dicha actividad y posiblemente le pedirían que le ofrezca un oficio
mejor mirado, pero que mientras tanto no se les proporcione, al menos que las
mire, que están ahí sin derechos. Cuál es el pecado señora, que a las mujeres
como usted que se dedican a lo que usted no se dedicaría, tengan seguridad
social, derecho a las baja por enfermedad, a la incapacitación por enfermedades
profesionales, derecho a la jubilación, derecho a ser protegidas contra los
abusos y el maltrato de sus empleadores y clientes, derecho a que los bancos le
den crédito, derecho a hacer uso de los beneficios de su actividad de forma
legal pagando los impuestos correspondientes. ¿Dónde está el pecado señora? ¿Le
parece mejor que tengan que esconderse para que ni usted ni la policía les vea?
Y no me venga con el cuento que la prostitución se elimina con educación y
protección social. Primero, porque hay tantas putas con título universitario
como analfabetas, ya sé que a las ilustradas le llaman de otra manera más
elegante y hasta salen en la tele, y seguramente a ellas usted no se refiere;
segundo, porque en dicha profesión “prohibida”
las que destacan un poco ganan mucho más dinero y con menos sacrificio que las trabajadoras legales, y tercero,
porque habrá algunas al menos que quieren hacer con su cuerpo lo que les da la
gana y no tener que pedirle la limosna lastimera a los servicio sociales
después de dar mil explicaciones y rellenar un montón de formularios.
Barcelona
a 15 de abril del 2013, RRCH
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