Desde que los padres y los maestros se
convirtieron en amigos de sus hijos y alumnos, lo niños se quedaron sin padres
y sin maestros. Ahora que todos somos amiguetes, hemos de presionar para subir
las penas bajando la edad para que nuestros amigos menores descarriados vayan a
la cárcel, o les metamos en un centro psiquiátrico para que le traten el brote
psicótico. Y más policía para que les controlen mientras tanto. Cada vez tenemos más recursos para atajar las consecuencias una vez producidas, y somos
más idiotas para tratar las causas. Podría ser, es un suponer, que nos hemos
perdido el respeto, un concepto en desuso, sustituido por analgésicos tecnológicos
que nos permiten conectar con el mundo entero en tiempo real y en perfecta
desconexión con el entorno inmediato. La solución que se apunta de bajar la
edad para el encierro o descubrir nuevos diagnósticos psiquiátricos con terapias
de apartamiento, nos dará unos resultados estupendos cuando los chavales hechos
hombre y mujeres se “reinserten” en
la sociedad, que les esperará protestando por que salgan tan pronto.
Barcelona
a 20 de Abril del 2015.- RRCH
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