miércoles, 29 de abril de 2015

LOBBIS (sala de espera)


 
          Aunque la sonoridad del término y alguna noticia sobre la forma de actuar de estos grupos nos lleve a pensar en una jauría de lobos, no procede de ahí el nombre sino de la tradición angloamericana, consistente en que los parlamentarios se reunieran en salas de espera de los Parlamentos u Hoteles para escuchar los pedimentos y quejas de grupos de personas que defendían intereses más o menos colectivos (sindicatos, gremios, asociaciones de empresarios, periodistas, ecologistas, corporaciones farmacéuticas, industria armamentística etc.) y así llevar a las Cámaras legislativas las propuestas de normas reguladoras sobre tales iniciativas. Ellos los tienen regulados de forma más o menos transparente, nosotros tenemos la misma cosa pero sin regulación. La inexistencia de normas reguladoras de conductas tradicionales y habituales, propician la corrupción que se nutre de la hipocresía con fines lucrativos. Es la ocultación intencionada de lo existente para su clandestina explotación parapetada en la impunidad.  Los lobbies o grupos de presión, accionan más y mejor en la clandestinidad, y en ello se asemejan con los traficantes de drogas y de personas para la explotación laboral o sexual. Los grupos de presión, no regulados y por ende clandestinos, trafican con las influencias de los mandatarios públicos para la consecución de privilegios o contratos con las administraciones públicas, de las que logran cobros de cantidades suficientemente excesivas para amortizar el pago a los  “servidores” públicos corrompidos. La legalización (regulación) de los grupos de presión, el consumo de drogas y la prostitución, en ningún caso generarían su desaparición, pero su criminalización produce su fortalecimiento mediante la selección natural, de forma que los más agresivos, con mayor potencialidad económica-financiera, constituyen mafias con auténtica capacidad para dirigir desde la sombra el poder político, imponiendo la legislación que más les garantice la impunidad. Si a ello le añadimos los paraísos fiscales con todos los instrumentos legales para la ocultación de la procedencia de la riqueza, mediante sociedades o testaferros interpuestos, parece fácil advertir que lo que se oculta o no se quiere ver, nos acaba dominando.

 
Barcelona a 29 de abril del 2015. RRCH

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