martes, 14 de abril de 2015

¿Te moriste Galeano?


 

¡La pucha, ché Galeano, te moriste nomás! Vos sabés que, desde que ayer vi en los diarios que te habías muerto, se me empezó a pasar una película por la cabeza de cuando era gurí. Más o menos allá por los primeros años setenta: cuando tiré la bicicleta de apuro en la cuneta de la puerta de mi casa en el Barrio las Canteras de Isla Mala. Había venido del pueblo sujetando el manubrio con una sola mano porque llevaba el sobaco del otro brazo apretado, en medio, Las Venas Abiertas de América Latina que me habían prestado. Aquel libro era una cosa loca, no tenía ni idea qué decía, pero me había impresionado lo que de él contaban los demás. Hasta puede ser que quién me lo dejó no se lo hubieran leído, pero tenerlo ya implicaba ser corajudo, por la fama, y porque los milicos ya se habían puesto a mandar. Decían que habían jodido a uno porque le encontraron en su casa papeles sobre el cubismo, se trataba de las pinturas de Picasso, pero los animales aquellos lo emparejaron con Cuba, y…  En aquella época Galeano, estábamos todos asustados, estaba a la última moda los plantones, las picanas, las desapariciones y las palizas por las dudas; Pacheco Areco, las “medidas prontas de seguridad”,  Bordaberry, y la milicada ya sin tapujos para vencer a los Tupas y acabar de paso y adrede  con todo lo demás.  Me lo leí todito, che. Y desde aquella leída me entusiasmé con la historia. Creo que en la contratapa había una frase tuya que decía más o menos que, la historia era un profeta que miraba para atrás, y  por lo que fue  y en contra de lo que fue, anunciaba lo que iba a venir; y con esto embocaste. Años después sé que vos mismo dijiste que cuando los escribiste no estabas muy ducho en historia, economía y otras de las yerbas que pusiste en el papel, y seguro que tenías parte de razón, igual chamboneaste un poco al juzgar los siglos catorce y siguientes con los criterios morales y sociales  que habíamos adquirido en el siglo veinte, pero con eso y todo, el libro fue un descubrimiento para el gurí que yo era y para otros muchos, y un empujón para que siguiera mirándome la historia. Por ahí comencé a interesarme por lo que aún me importa. Me acuerdo que el primer susto me lo pegó Bassetti, que vendía El Popular, y un día apoyado en la alambrada que dividía el solar de mi casa del camino, dijo así nomás: “nosotros los comunistas”; aquello me dejó paralizado, había confesado ser comunista, algo insólito. ¡¿Y si lo escucha alguien?!  Todos decían que Bassetti era medio comunista, ¡pero que lo dijera él! …  Como vos sabés de sobra, el pobrerío podía ser colorado o blanco que para eso había libertad, y todos los que no eran una cosa o la otra: la misma cosa, eran comunistas, peor que apestados, mucho peor, porque si venían los comunistas nos quitarían todo para repartir, y eso era terrible. Teníamos una casa de medio ladrillo asentada en barro con techo de chapa, cielorraso de bolsa de arpillera blanqueada con cal, piso de tierra, pozo negro con excusado al lado, pozo de agua, un farol de queroseno a mecha, terreno para los boniatos; mi viejo peón de tambo de lunes a lunes y en los ratos libres a dar vuelta tierra y a arrancar la gramilla; ¿repartir?. Superado aquel julepe, me atreví con el libro tuyo. Nunca me hice comunista aunque no me escapé que me acusaran de serlo, y seguro que vos tampoco. Me mantuve en aquellos años y me mantengo sin dios y sin partido que me digan qué he de opinar, y sigo aguantando.  Y te lo agradezco Galeano. Como también todo lo que has dejado dicho para los nadies. Puede que a unos les parezca que lo que ponías y decías de palabra no sirva para mucho, pero ché, es como aquello que dijiste de la utopía, que en cuanto te quieres arrimar ella se separa la misma distancia, y que nos hace andar. Y de andar se trata, y mejor si uno patea los caminos con la conciencia tranquila por al menos haber indicado lo que no vale un real y fijarse en lo que la mayoría no ve por ir mirando ladeado; y poder decirles: ¡guarda carajo!.

Galeano te digo la justa, no tengo ni idea de qué le pasa a un cristiano cuando estira la pata y se va para los pinos, no sé cuál es la suerte de los muertos, si es que tienen alguna. Pero en cuanto a los que vamos aguantando vivos, y hasta puede ser que los que nazcan después, te vamos a echar de menos. Y allá en el Uruguay muchos nadies y remediados, se acordarán de vos, y hasta puede ser que te hagas rico después de finado y Las Venas Abiertas sigan pulsando vida, allá en Iberoamérica, para que encuentren querencia marchando juntas la libertad y la justicia, dos cosas que decías vos, que marchan juntas o no marchan. Libertad y justicia marchan juntas o no marchan. Bueno, si los muertos escuchan, que por decirlo no pierdo nada, ¡adiós compañero!. No sé si tomabas mate, si lo hacías, dale nomás, y sino empesá.

 

Barcelona a 14 de abril 2015, RRCH.

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