jueves, 26 de mayo de 2016

IGLESIAS, VENEZUELA Y LOS CAUDILLOS.


 

          Es verdad que los aconteceres de Venezuela no debería ser materia de diatribas políticas en la campaña electoral española para los próximos comicios, pero para ello tendríamos que tener políticos, y solo llegamos a disponer de aficionados a ilusionistas. Y lo cierto es que la crisis social e institucional de este país hispanoamericano está en el orden del día en España, no con la intención de ayudar a resolver la situación de los venezolanos, sino para meterse los dedos en los ojos unos a otros. A ninguno de esos cantamañana les interesa un comino el sufrimiento del ciudadano, ni tienen ninguna disposición en aprender de los errores que allí se han producido para no repetirlos aquí. En Hispanoamérica, por motivos que serían muy largos de explicar, siempre se ha confiado en los caudillos la ejecución de los cambios sociales, ya sea para bien o para peor.  Chaves  ha sido un exponente más, que como Argentina creyó encontrar en Perón un salvador de la Patria. Ya a nadie de importa saber cómo vivían los venezolanos antes de Chaves, referido a los pobres, los que no tenían, por no tener, ni un papel que les acreditara como ciudadanos de su país. Éstos, que obviamente eran mayoría, creyeron en el caudillo, y apareció Chaves con un lenguaje adaptado al entendimiento de los excluidos y dirigido a sus sentimientos, Lo primero fue reivindicar la soberanía de la patria en confrontación con amenaza foráneas y traer a colación desde el inicio de la historia a otro caudillo como Simón Bolívar. El hecho que Bolívar llevara muerto ciento ochenta años era un factor decisivo para no hallar a nadie que recordara nada negativo del Libertador, y el camino a los altares concitara el fervor de todos, al tiempo que se iba construyendo un sentimiento fanático de patriotismo. Las medidas sociales del inicio de la andadura chavista-bolivariana fueron muy positivas para la mayoría de la población que antes era invisible, por ejemplo las Misiones. Con ello miles de venezolanos comenzaron a existir como ciudadano, fueron alfabetizados, tuvieron sanidad y  un mínimo de ingresos que les permitió recobrar la dignidad provisionalmente. Ello produjo un  sentimiento popular  de agradecimiento y de consecuente justificación de una incipiente corrupción que luego parece que se convirtió en crónica. No está claro que la corrupción anterior al chavismo-bolivariano fuera menos, seguramente fue mayor y por muchos más años. La diferencia es que los que antes eran corrompidos y algo conservan, ahora tienen a un caudillo al que achacarle los males presentes. El chavismo nació con Chaves, éste murió y los chavista no se lo creen, e intentan que Maduro sea el mesías que conecta la tierra con el cielo. Maduro no tiene madera para ese puesto, y posiblemente ningún otro lo tenga, ese es el problema de los caudillos, cuando se mueren sus seguidores quedan huérfanos. Con Chaves vivo igual pudo pasar lo mismo: el petróleo bajó y no se crearon alternativas a tal evento. Sin ingresos no se puede repartir riqueza, y memos aún comisiones para mantener la corrupción callada. Tampoco se intentó darle una alternativa ocupacional productiva a la gran bolsa de las personas que antes no se visualizaban y ahora se manifiestan. El régimen de Chaves quiso hacerse querer por su entorno repartiendo dividendo petrolíferos; y se acabó la gallina de los huevos de oro. Y ahora los mismos que le aplaudían o le toleraban se hacen los sordos, igual que se hacían los sordos los que propiciaron el saqueo de Venezuela antes de la aparición de Hugo Chaves. Felipe González fue gran amigo y colaborador de Carlos Andrés Perez, pero éste acabó removido en 1993 por la Corte Suprema de Justicia de Venezuela –que no era chavista-, y fue por malversación de caudales públicos y fraude a la nación, y acabó muriendo en EEUU. Antonio Ledezma Díaz, Alcalde de Caracas y hoy preso, fue el que repatrió el cadáver de su amigo y correligionario Carlos Andrés Pérez. Pablo Manuel Iglesias, con veleidades caudillistas,  también se arrimó a Venezuela, cuando el petróleo daba leche y huevos, y no tuvo inconvenientes de hacerle la pelota a Chaves, posiblemente porque en aquel entonces se creía la bondades del régimen. Con ello parece ser, que sacó algún beneficio económico, y no solo lo parece  por lo que dicen los periódicos aquí, sino por lo que no dice el Sr. Iglesias. Iglesias como Rajoy confía su inocencia a los tribunales de justicia, ignorando que éstos no declaran inocencias, si acaso absuelven por falta de pruebas. Y ambos, entre otros, se postulan a ser caudillos. No como Franco, no. Como se estila en Hispanoamérica.

Barcelona a 26 de mayo del 2016. RRCH

miércoles, 25 de mayo de 2016

EL MATE


 

Ha de ser amargo, claro. Cualquier sustancia edulcorante que se le añada debería ser considerado un crimen contra su dignidad; la del mate. Si alguien tiene interés en conocer todos los efectos benéficos para la salud, para saberlo no tiene más que meterse en internet y allí se lo cuentan. El mate es cosa buena, y lo sería aunque dijeran que mata, que no es el caso. No cualquier atorrante sabe sebar un mate como se merece, y sebar se escribe con ese, ya que no se trata de cebar chanchos para carnear. Primero se ha de tener un porongo y curarlo con yerba vieja para que se chumbe, y con una cuchara rascarle bien el hollejo que se halle dentro para que quede lisito en su interior. Luego se le mete yerba hasta más de la mitad, se le clava la bombilla y se le añade un chorro de agua fría, se deja un ratito y después agua hirviendo. Tiene que estar hirviendo y conservarse así de caliente. El mate frio ofende a cualquiera por ser una falta de respeto. El que comienza en el hábito de matear seguro que al principio se quema la lengua, normal; y pasa por pretender tragar sin cerrar los labios. Ese, además, en el primer mate pone cara de cursiento, por lo amargo. Pero ha de ser amargo como hiel, y sino que tome coca-cola. El mate no es para cualquiera, muy pocos están llamados a su deleite porque requiere una especial disposición y alguna otra condición. Primero se ha de conseguir tiempo, una hora más o menos, que incluso se puede restar del sueño o del ahorro en boludeces varias; segundo, uno se ha de concentrar, tanto si está en compañía como si se está solo. Si hay rueda de materos, se habla, pero no cuando se toma el mate, en ese momento solo se ha de escuchar e ir redondeando el añadido o la réplica; se toma hasta que ronque, y no se mueve la bombilla, eso es tarea exclusiva del sebador. El sebador tiene que estar atento, llevando la rueda en parejo de izquierda a derecha, echarle agua hasta medio centímetro antes del borde, e impedir que se lave. Dar mate lavado es muestra de desprecio o carencia de ánimo, y peor aún si se da chorreado. En cuanto empieza a flojear el sabor se ha de cambiarle la yerba, o al menos darle una ensillada. No es para cualquiera. El tomar mate con hábito vital es filosofía pura. Y no es fácil hallar compañía con un mínimo de oficio o intención para compartir la liturgia de matear. Uno se ordena las ideas, deshecha las que no sirven, cultiva las más salvables y mientras tanto va atendiendo a sus cavilaciones. Tomando mate uno se escucha, y no es poco, hasta puede ser que por no darnos momentos para escucharnos a nosotros mismos vamos haciendo una cagada tras otra. Como el mate no es para cualquiera no ha entrado en el circuito de la globalización, y al ser filosofía pura, como ésta es agente peligroso en tanto que posibilita la tarea de pensar, y como es sabido no hay nada más subversivo que algo que propicie el uso de las entendederas propias. Para la mayoría, como es natural, siempre será más preciadas las infusiones en bolsitas y las ideas enlatadas; y más aún si vienen importadas con leyendas en inglés.
Barcelona a 25 de Mayo del 2016.-

P.D. Conocí casi bien un pago llamado ISLA MALA, que algún letrado que no tomaba mate, para borrarle lo auténtico le mudó el nombre encajándole el de 25 de Mayo. Cosas que pasan.  RRCH.

jueves, 19 de mayo de 2016

¿JUVENTUD ACOJONADA?


 

          Como resulta que ahora vivimos más, la gente se considera joven en general  hasta los treinta y pico, y otra parte significativa hasta más de los sesenta, aunque para aparentar tersura y turgencia se deban hacer sofisticados remiendos de zurcidos invisibles, en carreras a ninguna parte derrochando sudores. Nuestros jóvenes dicen que no tienen futuro,  y los que ya no somos jóvenes nos fustigamos por haberles dejado un presente complicado, y que los pobres muchachos no encuentren salidas. Ellos se quejan de la transición española, consideran que no se hizo lo que se debió hacer, aunque tampoco tienen arrestos para decir qué se debió hacer, ni demuestran tenerlo para hacer lo que hace falta. Realmente la transición no la hicieron los padres de los muchachos de ahora, fueron los abuelos, porque ya han pasado casi cuarenta años. La efectuaron los que ahora tiene entre sesenta y noventa años, y los que ya se han muerto. Aquellos que antes de la transición no tenían carreras universitarias, ni  masters, ni internet, ni teléfonos móviles, ni ordenadores, ni hablaban inglés. Ellos no debieron enfrentarse al PP y a su corrupción, se enfrentaron al Ejército con generales dispuestos a sacar los tanques a la calle, que tenía fusiles y bombas; se enfrentaron a fascistas organizados, armados y protegidos por el régimen que entraban en despachos de abogados de trabajadores matándolos a tiros; se enfrentaron a la Conferencia Episcopal; se enfrentaron a las leyes que discriminaban a las mujeres de forma “natural” y conceptuaban como vagos y maleantes a los que no tenían nada y pensaban distinto; se enfrentaron al Sindicato Vertical; se enfrentaron al miedo que se les habían inoculado durante décadas de miseria, ignorancia, violencia y sinrazón. Y criaron a sus hijos que son los padres de ahora, evitando que padecieran lo que ellos sufrieron, que tragaran lo que ellos tragaron, que lloraran lo que ellos lloraron,  y posibilitando que desearan lo que ellos nunca tuvieron derecho a tener.  Ahora los nietos le critican mientras se hacen fotitos con el móvil, sacan frasecitas ocurrentes en internet amparados en el anonimato, publican sus intimidades en Facebook, y se duelen por no disponer de un puesto de trabajo conforme a su preparación con carrera universitaria, masters, idiomas extranjeros y conexión instantánea a la Red. Mientras tanto viven en la casas de sus viejos: gratis, calentitos, con comida en la mesa, ropa limpia, teléfono móvil, ordenador y wifi, y les reprochan a sus padres no disponer de más. Hemos producido una generación con un porcentaje preocupante de acojonados. Les hemos dotado de las mejores herramientas pero no les hemos mostrado para qué sirven, o al menos no han cogido la idea, ni muestran voluntad de ponerse a ello. Nos preocupamos más de nuestros jóvenes que de nuestros viejos, será porque los mayores se hallan menos desvalidos por haber adquiridos tolerancia y dominio de la frustración invirtiendo sacrificio tras sacrificio. Nuestros jóvenes, en número mayor del deseable  no tienen ningún interés en escuchar a los abuelos, excepto cuando sus pensiones les resultan necesarias. Consecuentemente éstos  tampoco tienen ningún interés en defender sus iniciativas, sus ideas, sus motivaciones, quizás porque tampoco las tienen y si las tienen consideran que nadie les hará caso, y usar energía para convencer no está en sus prioridades. El futuro bueno, regular o malo, no lo consideran de su responsabilidad. Si hacen algo que pueda subvertir el statu quo, pretenden que el statu quo no les castigue, quieren cambios pero sin arriesgar un ápice en el intento. Ellos creen que cuando piden se les ha de dar, porque siempre se les ha dado desde que nacieron. Están mejor instruidos en los derechos que poseen que en las obligaciones, en lo que esperan recibir que en lo que han de dar. Antes, los que han pedido cambios sociales siempre han asumido que de entrada recibirían un no, o, un no se puede, o, es ilegal,   y luego si insistían  recibían muchos palos, con lo cual debían pedir más y ser más los reclamantes para que les tocara menos garrotes por cabezas, y aguantar y seguir; y el que se acojonaba perdía. También es cierto que los mayores siempre han intentado acojonar a los jóvenes con la intención de protegerles de los rigores de los tiempos, otra cosa es que ellos se dejen, y ahora se están dejando demasiado. Que los jóvenes se dejen acojonar no se relaciona con que sean más o menos aguerridos en unas épocas que en otras, sino que depende de las circunstancias en las que se hallan en sus nidos familiares. En años pretéritos las incomodidades hogareñas no propiciaba alargar la estancia, ahora sí, y ahí se atrincheran compartiendo quejidos y consuelos. Los cambios en beneficio de los que se duelen jamás han sido gratis, entre otros motivos porque los que se benefician en que las cosas sigan estando como están son menos pero más fuertes, tanto, que dominan la producción de las normas y su ejecución. Posiblemente nuestra juventud haría mejor servicio encajando la historia de sus mayores en el contexto que ellos la vivieron y ponerse a construir un futuro sin repetir los errores de antaño, y si lo repiten asumir la responsabilidad. Es posible que las reformas necesarias no sean tan complicadas de explicar y de ponerlas en prácticas, aunque si se enredan en los detalles acaban sumando complejidades circunstanciales  con complejos personales, y todo queda en “alguna vez casi tuve pero fue casi nomás”. Y es muy cierto que  “mucho tiene uno si le sobra libertad, pero se ha de pensar que la panza también cuenta, porque para ser osamenta no es necesario volar”.

Barcelona a 19 de Mayo del 2016. RRCH

viernes, 13 de mayo de 2016

IMPUNIDAD JUDICIAL


 

Una de las tantas causas que ha abonado la corrupción política fue el sentimiento de impunidad que embargaba a los corrompidos y a los corruptores, y gracias a la labor de algunos valientes periodistas, los corruptos, corruptores y corrompibles  ya comienzan a cuidarse, al menos en no dejar cabos sueltos en su actividad delictiva, cosa que hasta hace poco no les preocupaba nada. Esta actividad denunciadora frente a los representantes públicos salidos de la actividad política no se ha dado, ni se está dando en relación a los componentes del poder judicial y la fiscalía. Llama la atención que un periodista como Jordi Évole, en el magnífico reportaje que realizó el domingo pasado sobre la ignominia judicial  sufrida en España por el ciudadano holandés Don Romano van del Dussen no haya desvelado ni un solo nombre de los jueces, magistrados, fiscales, secretarios judiciales, oficiales judiciales y abogados  que cometieron la tropelía, y no dijera tampoco que ninguno de éstos estuvieran presos o dedicándose a otra actividad más adecuada a sus capacidades. El holandés, pobre por más señas, ha permanecido más de una década en la cárcel por violación de tres mujeres, cuando al parecer en la vista del juicio ya se sabía que el ADN encontrado en las víctimas no correspondía a él. Las mujeres habían sido agredidas y violadas por un solo hombre, y el ciudadano holandés no solo ha negado siempre su participación en los crímenes, sino que también podía demostrar que estaba en otro lugar en el momento de los hechos con una docena de personas que ni fueron citadas, y varios años antes de su puesta en libertad la Interpol había localizado al dueño del ADN en el Reino Unido; que era otro. Tampoco se ha oído a nadie del Consejo General del Poder Judicial, ni a ningún integrante de las asociaciones de la magistratura, ni a ningún Decano de algún colegio de abogados, pedirle al menos disculpas al ciudadano holandés por la vergüenza ajena y asco que les debió producir la actuación de sus colegas. Don Romano vive de prestado en la casa de un cura.

          Ayer se conoció que Don Salvador Alba Mesa, Magistrado de la Audiencia Provincial de Las Palmas, persona que antes tuvo preparación teológica, ejerció de abogado  y como juez ha pasado por el orden jurisdiccional civil, penal, contencioso administrativo, y ha impartido muchos cursos de derecho: coaccionó a un imputado sobre el cual tenía total poder sobre su libertad y patrimonio, para que declarara en contra de otra juez. El reo, posiblemente para garantizarse que el magistrado cumpliera con sus promesas de indulgencia, le grabó la conversación y cuando el chantajista no cumplió se la pasó a un periodista. En la conversación, el jurista utilizaba términos homologables con los propios de los delincuentes de baja estofa: “me lo cargo”, “que se joda”, “cabrona”, “hija de puta”  El descubierto, en ejercicio de su legítimo derecho a la defensa dice que las frases se sacaron de contexto, ahora se está esperando que las contextualice, pero no se conoce todavía que haya sido apartado cautelarmente de su cargo ni que  haya sido detenido por la alarma social causada y por las probabilidades que tiene en la destrucción de pruebas; luego si no fue él se le absuelve y ya está. Los jueces, magistrados y fiscales son el último asidero de los ciudadanos, si también se nos pudren en el sentimiento de impunidad quedará poco o nada. Sería bueno que ellos también sintieran el aliento de  periodistas en su cogote; si ello no cura, alivia.

Barcelona a 13 de Mayo del 2016.- RRCH

jueves, 5 de mayo de 2016

40 años de El País


 


          Se le ha de reconocer muchas cosas buenas al periódico El País, y con ello, también a Jose Luis Cebrián. Hoy en la Ser –emisora de su grupo empresarial-, volvió a dejar constancia de su cintura y lucidez. Cintura para arrimar las ascuas a sus sardinas, y lucidez para analizar críticamente el entorno social, político  e institucional del presente, excluyéndose del foco. Recordó que en los inicios, el periódico sufrió atentados de extrema derecha, en uno de los cuales murió un “botones” persona que seguramente no tenía nombre puesto que no lo dijo y otros dos resultaron con heridas importantes, también sin nombres; que desde el poder de aquellos primeros  tiempos se inventaron para desprestigiarles tramas insidiosas y persecuciones soterradas. Criticó a Rajoy, desde el afecto, por no ser aficionado a los debates, cuando como político debería amarlos. Defendió la libertad de prensa y la autonomía crítica y responsable de los periodistas. Tan bien lo hizo que permitió a Pepa Bueno que le introdujera una pregunta sobre los papeles de Panamá–evidenciando el previo consenso-, a lo que contestó exactamente lo mismo que contestan los políticos ante la misma cuestión: él no tiene nada que ver, no participó jamás en tales mangoneos y lo publicado obedece a una campaña de desprestigio. Y ahí acabó la cosa. Cuando salió el asunto de si el poder le había cambiado en estos cuarenta años,  salió por peteneras como un ministro y dijo que el poder se apodera de los apoderados o algo así, como si el ente tuviera vida propia y ello exculpara a los abducidos. Muy lúcido en la definición de populismo, que son aquellos que volviéndose rehenes de sus propias mentiras instrumentalizan la emocionalidad ajena para promocionar sus personalismos. Cree Cebrián que Rajoy acabó su ciclo político, él le reconoce que ha hecho algunas cosas buenas pero que es el momento en el que debe dejarlo. Cebrián fue  suspicaz en su alocución dejando patente que, sigue siendo más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. En un momento hizo alusión a la casta, y se lio un poco con lo del poder, puesto que seguramente quiso decir que la casta en su atracción centrifuga puedo abducir a Don Jose Luis Cebrián, pero esto no lo dijo.

Barcelona a 5 de mayo 2016.- RRCH

miércoles, 4 de mayo de 2016

Mi escuela


 

En el tiempo y lugar en qué nací, los niños comenzaban a ir a la escuela cumplidos los seis años. Antes de esa edad no sabíamos leer ni escribir y ante ello nadie veía un  problema. Aprendíamos otras cosas: saber cómo conseguir un aro en un vertedero de basura, o de la chatarra guardada por un vecino al que debíamos convencer para que nos lo dejara; luego, saber cómo conseguir una alambre gordo de más de un metro que se dejara doblar para hacer un gancho con el  que mantener el aro en vertical al tiempo que corríamos tras él disfrutando del ruido que salía del roce contra el fierro y hacer curvas cerradas a toda carrera y pararlo en seco cuando se quería escapar. Antes de los seis años o poco después ya sabíamos hacer una cometa, se trataba de buscar una caña, cortarla y de ella sacar cuatro o cinco trozos longitudinales, las uníamos al medio como una estrella, le hacíamos una mueca en cada una de las puntas de los palos y por ahí íbamos pasando un piolín hasta completar el contorno y que nos saliera  un octágono perfecto; luego, con papel de diario forrábamos aquel esqueleto pegando los bordes con engrudo hecho con harina y agua o clara de huevo, y le poníamos unos flecos todo alrededor; después había que poner los tres tiros de piolín, uno salía del centro, otro de la parte superior donde el reloj marca las diez y el siguiente donde el reloj marca las dos, del vértice de los tres anudábamos la punta del ovillo,  y en la parte de abajo dos tiros para la cola; ésta  la hacíamos con tiras de bolsa de arpillera o mangas de camisas viejas. Y para que volara, una amigo la aguantaba sujetada del centro a todo lo alto que alcanzaba su brazo, y el otro, la arrastraba corriendo, soltando piolín del ovillo, cuando remontaba le iba dando más hilo, si había mucho viento coleaba y se remachaba contra el suelo, si no había viento debíamos correr más. Antes de los seis años sabíamos jugar a la bolita, y jugábamos en serio, cada chantada del contrario una bolita perdida, si hacía trampa nos dábamos unas trompadas, si nos salía sangre intentábamos que no lo supieran nuestros padres, y el que iba con el cuento a los suyos ya no era amigo, sino alcahuete. Sabíamos cómo resolver nuestros conflictos. Antes de los seis años conocíamos como  curarnos con saliva las raspaduras de las rodillas y los codos, ¡y ya está!  Sabíamos hacer una onda, con una horqueta sacada de un árbol, los tirantes con goma de cámara de bicicleta y un cuerito para la piedra, y a juntar botellas y bollones  para romperlas a pedradas, también sabíamos sacarnos las espinas de los pies con una aguja. En la calle de tierra poníamos dos piedras para hacer el arco y con una pelota hecha de trapos dentro de una media, jugábamos a fútbol, si veíamos venir  un auto, de una patada retirábamos las piedras para enseguida volverlas a poner, y hacíamos goles, previa discusión de si la pelota había pasado por encima del larguero imaginario, y siempre descalzos para no estropear las zapatillas.  El primer día de escuela me llevó mi madre, y juro que no lloré, otros sí; después iba junto con el resto de gurises caminando los casi dos kilómetros que quedaban de mi casa. Mi vieja por cuidadosa le encargó a una niña mayor en dos o tres años, para que me vigilara, y la muchacha para  cumplir bien el encargo se hizo con una vara, yo iba corriendo delante de ella tratando de salvar mis canillas, a los pocos días cambié el recorrido para que no me cuidara tanto. En los seis años del colegio ni a mí ni a ningún otro compañero se nos ocurrió tutear a la maestra, ni a ninguna persona mayor; si uno se desafiaba con otro, quedábamos a la salida, se hacía un corro, y en el centro los que se habían mojado la oreja se daban trompadas hasta arreglar sus diferencias. El corro era para festejar y para que no lo viera una persona adulta y se lo contara a los padres, si esto se sabía en casa, cobrábamos algunos coscorrones. Mi vieja siempre tenía una vara de mimbre a mano, solo con que ella frunciera el ceño y mirara la vara, ya uno comprendía que por ahí no iba bien, y si el gesto no se entendía al  vuelo, añadía ya verás que venga tú padre. Como el viejo siempre estaba trabajando, uno evitaba que la vieja le fuera con el cuento y el hombre tuviera que responder. Libros no teníamos, pero se hacían copias para todos, con una cosa que llamaban mimeógrafo, que consistía en poner gelatina de pez en una asadera y con una tinta se hacían las copias, era raro pero quedaba bien, se leía clarito. Lápices de colores por caros no solían haber, si acaso se pedían prestado para hacer algún deber importante. La goma de borrar se ataba de un hilo para no perderla, si se perdía había que borrar con una pelotita de migas de pan…

          Ahora nuestros hijos viven mejor,  a los tres años ya saben escribir bastante bien y algunos leen de corrido, nunca pisan la tierra descalzos, juegan en parques diseñados para ellos, sobre suelo sintético blando, en aparatos de colores, y bajo la atenta y cercana vigilancia de sus progenitores, que al menor gesto de desestabilización corren a evitar que tropiecen. Si otro niño les molesta se le llama la atención al adulto responsable. No tocan ningún animal que no tenga chip, vacunas en regla y pedigrí. Tienen pediatra asignado desde el nacimiento y ante cualquier moco se le proporciona antibióticos. Si en el colegio se hacen un chichón o una heridita se les lleva a urgencias, se investiga al agente agresor y si es preciso se denuncia al maestro por distraído. Si el mocoso obtiene calificaciones bajas sus progenitores se sienten culpables o echan las culpas a la escuela, y la escuela se las echa al entorno familiar. Nuestros niños manejan el ordenador antes de echar los dientes, tienen su propia habitación decorada conforme a su edad, con cuentos y muchos juguetes de última generación. Ante cualquier capricho se pierde el culo para satisfacerles de forma que se sientan los reyes de la casa y no padezcan frustraciones que puedan dañar su emotividad. Como refuerzo preventivo se acude al psicólogo para que sus progenitores aprendan a tratar a sus vástagos y digieran el montón de libros de autoayuda que se leyeron desde el embarazo sobre educación parental. Si los niños resultan mal aprendidos y a un progenitor se les escapa un cachete ante una impertinencia del infante, puede acabar preso. Si los muchachos salen mal encarados, insultan a sus maestros o rompen adrede algo que sea ajeno, se responsabilizan a los padres por haberlos educado mal o faltarles al cariño, y éstos explican que es culpa de la sociedad o de la crisis. Creo que cuando yo era botija no había sociedad ni crisis y si las habían no me enteré. Cuando los muchachos de ahora mudan el cuerpo a mayor, siguen estando ahí, esperando un empleo a su gusto, bien pagado y conforme a su formación vocacional, exigen un futuro y mientras tanto los progenitores soportan la carga al tiempo que dan consuelo. Creo que cuando yo era botija al futuro lo estábamos inventando. ¿…?

Barcelona a 3 de Mayo del 2016.RRCH

martes, 3 de mayo de 2016

PODEMOS Y LOS MEDIOS.-

 
          Todos los medios de comunicación son empresas, y por tanto tiene los mismos objetivos que cualquier entidad mercantil, uno instrumental, consistente en hacer atractivo su producto para que sea comprado por el consumidor, y el final, centrado en la consecución de beneficios económicos. Cuando los medios de comunicación son públicos sus objetivos siguen siendo los mismos; si quieren competir con los medios privados tienen que hacer atractivo su producto, sin perder de vista que el resultado de la venta revierta en beneficio del partido político que domina la cosa pública, hasta hoy compuesto por  la clase dirigente que integra a los grandes empresarios, Pablo Iglesias supo explotar muy bien la finalidad instrumental de los medios de comunicación, consiguiendo que éstos le utilizaran para diversificar el espectáculo del producto puesto a la venta, que no era precisamente sus ideas, y menos las de Podemos. El concepto de la casta le resultó atractivo a la propia Casta, modernizó su lenguaje adicionando palabras supuestamente nuevas, como “postureo” y otra vainas de distracción, y lejos de causarles daño les benefició  en su  adaptación camaleónica. Es cierto que la manipulación de las informaciones en contra de Podemos es un hecho; ¿pero es que alguien esperaba que fuera de otra manera? Cuando salen los papeles de Panamá, el diario El País publicó que aparecían en ellos personas cercanas a Chávez, y es evidente que éste, Maduro y Venezuela se va a identificar con Podemos, para eso se hace, máxime cuando desde el criticado no surge ninguna reacción crítica ante la deriva del gobierno venezolano. Y es lógico que cuando aparece publicado que la ex esposa de José Luis Cebrián estando aun  felizmente casada con él,  tenía cuentas por ahí, distanciadas del erario español,  Cebrián, yendo en contra de todo lo que ha dicho cuándo lo que decía era atractivo para vender, ahora eche fuera  a los periodistas que abrieron la boca sin permiso  e impide que cualquier persona del Grupo Prisa tenga contacto profesional con los difusores de sus vergüenzas, Es lógico que  ninguneé a los medios privados económicamente más débiles, y les ponga querellas. Bueno, pero el hombre vuelve a su entorno, a los suyos, ¿dónde sino? La única manera que el consumidor de información no sea arrastrado como enganchado de un ojo a donde  los proveedores de la información quieren situarle, es que tenga capacidad crítica, y para dotarse de tal instrumento se requiere el mínimo de formación que la llamada casta, siempre, como es natural, impedirá. La desinformación, o la saturación informativa dirigida a impedir su digestión por el receptor, es la principal basa para el control de la opinión y del voto.  Si la casta no hubiera conseguido, como consiguió, que Pablo Iglesias exteriorizara todos sus sentimientos mesiánicos, su personalismo excluyente, su porte de niño empollón repelente y consecuentemente ingenuo, podía haber conseguido en su entorno un movimiento social crítico con el que desarrollar una dinámica  verdaderamente alternativa a la casta. Pero esto no se logra en un año, hay que invertir tiempo. La pretensión de vencer a la casta a corto plazo y mediante el espectáculo, además de ser una temeridad propia de mercachifles, fue un fraude a la buena fe de mucha gente. No se puede pasar en un santiamén de no querer unirse con Izquierda Unida para no romper la transversalidad de “ni de izquierda ni de derecha, sino los de abajo contra los de arriba” para luego sumar votos teóricos a la desesperada y decir que ahora  sí; no se puede sacar lo de la cal viva y la mala herencia de Felipe González y ahora decir que hemos de ser menos agresivos y contar con el PSOE; no se puede poner como condición fundamental referéndum de autodeterminación para la independencia y luego decir que hay que integrar. Posiblemente si lo de integrar se hubiera puesto primero lo del referéndum no hubiera sido una opción. Lo más desgraciado es que Rajoy como peón práctico de la casta, sin hacer nada más que observar cómo Iglesias se hacía el machito frente a Sánchez y Rivera, tenga ahora  iguales o mejores perspectivas de votos para las próximas elecciones, que las que tuvo el pasado 20 de diciembre. Pero bueno, ahora podemos empezar nuevamente con el derecho a decidir sobre si unos se independizan de otros o no, sobre quién será el vicepresidente del gobierno, en qué parte del hemiciclo se sientan, si llevan bebés o no, si usan rastras o no, si se arremangan las camisas o no, si se ponen corbata o no, si declaran los impuestos como personas físicas o ahorran interponiendo a tiempo una sociedad mercantil, si se le elogia el abrigo de piel a una periodista ante una pregunta incómoda, o si, cómo, con quién y hasta cuándo se hacen grupos parlamentarios para optimizar subvenciones. Mientras a la casta se le pretenda trascender con espectáculos efectistas, ellos se cagarán de risa y le haremos más fuertes. Cuando además de las ocurrencias cortoplacistas se aporten propuestas de cómo y de qué manera evitar la exportación de dinero público a países que disponen de una cultura fiscal diferente; cuándo se dignen en valorar formas legales y eficaces para evita la corrupción, incluyendo la propia; cuando se proponga públicamente y de forma entendible qué reformas constituciones se pretende y con qué fuerzas parlamentarias se cuenta para ello; cuando se proponga una distribución de la riqueza en paralelo con la distribución del esfuerzo sin sopa boba populista; cuando se expresen ideas de cómo integrar distintas culturas valorando lo que nos une y no tanto lo que nos separa; cuando las ideas sean valoradas por lo que son  y no por quien las publicita, entonces puede ser que podamos.
Barcelona a 3 de mayo del 2016. RRCH