jueves, 1 de septiembre de 2016

PROHIBIR EL BURKINI


Si como los franceses vamos a considerar que cualquier manifestación cultural, costumbrista o de uso, que tenga relación con la religión islámica, musulmana o árabe, implique una manifestación de apoyo al terrorismo que se ha de combatir, entonces conseguiremos rápidamente el efecto contrario por solidaridad entre las personas que profesan dicha religión y consecuentemente siguen patrones de vestimenta acorde a los cánones que rigen a la misma. La fotografía que aparece en los periódicos en la que se aprecia a tres hombres policías franceses obligando a una mujer a desnudarse, produce tanta repulsión que a uno le da ganas de ir a la playa y bañarse vestido. Esa foto de innecesaria humillación de una mujer coaccionada mediante la fuerza, seguramente acrecentará la inquina xenófoba que presuntamente se quiere combatir. Puede ser verdad que esa mujer y todas las demás que acuden a las playas con burkini lo hagan motivadas por imposiciones de su credo religioso o por costumbres que a nosotros no nos parezcan muy libérrimas, y que obedezcan a imposiciones machistas. Bien, pero cuando nuestras mujeres se hinchan los labios con inyecciones o se rellenan los pechos con silicona puede que también lo hagan por obediencia a imposiciones de la moda  y/o a fin de complacer los deseos del sexo contrario dado que  el no hacerlo puede -o al menos muchas así lo entienden-, relegarlas a las invisibilidad. Y ya es peor si nos fijamos en  la indumentaria y estilo de vida que utilizan las monjas de clausura o el obligado celibato de los curas. Todos ellos, se supone, que visten y aceptan tales abstinencias de forma voluntaria. Y por qué hemos de obligar a mujeres musulmanas a que vayan a la playa como a nosotros nos gusta. ¿Por qué y para qué? El miedo al diferente es la esencia de la xenofobia y la prepotencia su acelerador. Al parecer la ciudadanía francesa están involucionando desde el prohibido prohibir hacia lo obligatorio.
Barcelona a 1 de septiembre del 2016.- RRCH

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