Si como los franceses vamos a considerar que cualquier manifestación
cultural, costumbrista o de uso, que tenga relación con la religión islámica,
musulmana o árabe, implique una manifestación de apoyo al terrorismo que se ha
de combatir, entonces conseguiremos rápidamente el efecto contrario por
solidaridad entre las personas que profesan dicha religión y consecuentemente
siguen patrones de vestimenta acorde a los cánones que rigen a la misma. La
fotografía que aparece en los periódicos en la que se aprecia a tres hombres policías
franceses obligando a una mujer a desnudarse, produce tanta repulsión que a uno
le da ganas de ir a la playa y bañarse vestido. Esa foto de innecesaria
humillación de una mujer coaccionada mediante la fuerza, seguramente acrecentará
la inquina xenófoba que presuntamente se quiere combatir. Puede ser verdad que
esa mujer y todas las demás que acuden a las playas con burkini lo hagan
motivadas por imposiciones de su credo religioso o por costumbres que a nosotros
no nos parezcan muy libérrimas, y que obedezcan a imposiciones machistas. Bien,
pero cuando nuestras mujeres se hinchan los labios con inyecciones o se
rellenan los pechos con silicona puede que también lo hagan por obediencia a imposiciones
de la moda y/o a fin de complacer los
deseos del sexo contrario dado que el no
hacerlo puede -o al menos muchas así lo entienden-, relegarlas a las
invisibilidad. Y ya es peor si nos fijamos en la indumentaria y estilo de vida que utilizan
las monjas de clausura o el obligado celibato de los curas. Todos ellos, se
supone, que visten y aceptan tales abstinencias de forma voluntaria. Y por qué
hemos de obligar a mujeres musulmanas a que vayan a la playa como a nosotros
nos gusta. ¿Por qué y para qué? El miedo al diferente es la esencia de la
xenofobia y la prepotencia su acelerador. Al parecer la ciudadanía francesa
están involucionando desde el prohibido prohibir hacia lo obligatorio.
Barcelona a 1 de septiembre del 2016.- RRCH
No hay comentarios:
Publicar un comentario