viernes, 2 de septiembre de 2016

Rajoy, el mago.


 
La única manera de hacer verdadera la frase que, en el reino de los ciegos el tuerto es rey, es creyendo que aunque el tuerto sea imbécil puede engañar a los que no ven aunque éstos puedan ser más listos. La posibilidad que otorga el disfrute de la capacidad de ver, se halla en que el conocimiento se puede adquirir a mayor distancia; los ciegos en cambio necesitan suplir tal carencia mediante el tacto, el olfato y la audición que tienen un alcance inferior a la vista. Se puede ver a quinientos metros desde una posición adecuada, pero es difícil oler, tocar u oír. De ahí la ventaja del que dispone de vista (además de poder ver la tele). Por circunstancias explicables aunque complejas, hoy por hoy en el ámbito político Rajoy es el rey, además de ser un rey mago, y ello porque una proporción alarmante de conciudadanos han decido no ver, incluyendo entre los cegados a los que se oponen a Rajoy. Ojos que no ven corazón que no siente, decía otro. Rajoy es un mago rey, más mago que rey o rey por ser mago: ha sido capaz de hacer invisible lo más visto. Es un campeón del malabarismo: ha hecho desaparecer la corrupción más destapada en la que los componentes de su partido robando de cara al sol se cagan de risa; ha hecho desaparecer la desigualdad más evidente; ha hecho desaparecer parte de la desocupación (paro) repartiendo la desocupación y dividiendo los salarios; ha hecho ser invisible la deuda pública; ha hecho desaparecer el dinero de los jubilados que “voluntariamente” se lo entregan a los hijos y a los nietos para que subsistan cegados; ha hecho desaparecer la confianza en las instituciones; ha conseguido instaurar como enemigo común a un separatismo incentivado por él. Un verdadero artista, que además hace chistes, y  formula frases graciosas que producen un placentero efecto de amnesia que anula los recuerdos de sus mentiras. Y ha conseguido presentarse y ser “visto” como la única alternativa. Si Don Mariano acaba siendo el próximo presidente del gobierno español, será porque es lo que merecen los españoles. Sus contrincantes políticos -con visión estrábica por la constante y exclusiva  visualización de sus propios ombligos-, temen con razón unas terceras elecciones, y ello porque se reconocen incapaces de proyectar algo de luz que incentiven las retinas abandonadas de los electores.  
Barcelona a 2 de septiembre 2016. RRCH
 
 

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