La
única manera de hacer verdadera la frase que, en el reino de los ciegos el
tuerto es rey, es creyendo que aunque el tuerto sea imbécil puede engañar a los
que no ven aunque éstos puedan ser más listos. La posibilidad que otorga el
disfrute de la capacidad de ver, se halla en que el conocimiento se puede
adquirir a mayor distancia; los ciegos en cambio necesitan suplir tal carencia mediante
el tacto, el olfato y la audición que tienen un alcance inferior a la vista. Se
puede ver a quinientos metros desde una posición adecuada, pero es difícil
oler, tocar u oír. De ahí la ventaja del que dispone de vista (además de poder
ver la tele). Por circunstancias explicables aunque complejas, hoy por hoy en
el ámbito político Rajoy es el rey, además de ser un rey mago, y ello porque
una proporción alarmante de conciudadanos han decido no ver, incluyendo entre
los cegados a los que se oponen a Rajoy. Ojos que no ven corazón que no siente,
decía otro. Rajoy es un mago rey, más mago que rey o rey por ser mago: ha sido
capaz de hacer invisible lo más visto. Es un campeón del malabarismo: ha hecho
desaparecer la corrupción más destapada en la que los componentes de su partido
robando de cara al sol se cagan de risa; ha hecho desaparecer la desigualdad
más evidente; ha hecho desaparecer parte de la desocupación (paro) repartiendo
la desocupación y dividiendo los salarios; ha hecho ser invisible la deuda
pública; ha hecho desaparecer el dinero de los jubilados que “voluntariamente” se
lo entregan a los hijos y a los nietos para que subsistan cegados; ha hecho desaparecer
la confianza en las instituciones; ha conseguido instaurar como enemigo común a
un separatismo incentivado por él. Un verdadero artista, que además hace
chistes, y formula frases graciosas que
producen un placentero efecto de amnesia que anula los recuerdos de sus
mentiras. Y ha conseguido presentarse y ser “visto” como la única alternativa.
Si Don Mariano acaba siendo el próximo presidente del gobierno español, será
porque es lo que merecen los españoles. Sus contrincantes políticos -con visión
estrábica por la constante y exclusiva visualización de sus propios ombligos-, temen
con razón unas terceras elecciones, y ello porque se reconocen incapaces de
proyectar algo de luz que incentiven las retinas abandonadas de los electores.
Barcelona
a 2 de septiembre 2016. RRCH
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