La aplicación del Art.
155 de la Constitución, en el supuesto que se aplique de forma razonable, y en
el supuesto también, que aplicado de forma razonable sea eficiente; lo será
para detener los efectos presentes de la dinámica separatista, pero no parece
que sirva para resolver la conflictividad que dio origen a la dinámica
separatista actual.
El remedio
constitucional puesto en marcha, en el mejor de los supuestos, servirá para
neutralizar los síntomas. Si acaso, para retrotraer los efectos legales a antes
del 6 de septiembre en que se comenzaron a promulgar en Catalunya leyes inconstitucionales,
pero no parece que se solvente el enconamiento mediante unas elecciones y nada
más. En tales elecciones pueden pasar dos cosas, una que exista una mayoría
nacionalista separatistas, y la otra que surja una mayoría no nacionalista y no
separatista, en ninguno de los dos supuestos ganará una de las opciones por más
del 65%, será algo así como ha sido: 48/52 o 52/48. Si ganan los nacionalistas-separatistas
estaremos en el mismo lugar que estamos ahora, y si ganan los contrarios
estaremos más o menos como estábamos cuando todo esto empezó. Reculamos un par
de años o reculamos diez, pero no estamos resolviendo el origen del problema.
En todo este embrollo
el único partido que ha puesto una pizca de ilusión hacia una solución ha sido
el PSOE, con la propuesta de reforma de la Constitución; ahora bien, es tan
poco lo que ha puesto que ni se nota. Es evidente que la cuestión territorial
de España se ha de resolver con una modificación de la Constitución, pero alguien
alguna vez, tendrá que decir qué reforma propone; qué preceptos quiere reformar;
cuál es el nuevo redactado que sugiere, si la reforma se encamina solo para
solventar los problemas en Catalunya o está pensado para evitar nuevos
problemas con otros territorios al margen del catalán. La reforma puede ser
para centralizar más a España o para descentralizarla. La reforma de la
constitución puede ser un remedio o exactamente todo lo contrario. Las ambigüedades
en tiempos de choque suelen no servir para nada, porque nadie se las cree o
cada cual cree lo que mejor vaya a sus criterios propagandísticos. Ha habido
tiempo de sobra para poner encima de la mesa un anteproyecto de reforma
constitucional, nadie lo ha hecho. Está bien que se diga, vamos a hablar de la
reforma de la Constitución, pero el primero que tome la palabra en tal caso,
tendrá que decir qué propone él; el texto no surgirá de juntar frases en el
juego de la guija previo contacto con los espíritus.
Barcelona a 23 de
Octubre del 2017.- RRCH
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