viernes, 13 de octubre de 2017

Reforma CONSTITUCIONAL


Está bien que con ocasión de lo que acontece actualmente con el separatismo catalán, se hable de reformar la Constitución. Ahora bien, dicha reforma no se ha de centrar ni en satisfacer a los separatistas ni en perjudicarles, sino en encauzar lo más democráticamente posible las discrepancias entre comunidades autónomas o territorios históricos. El nacionalismo separatista de España como el nacionalismo centralizador español no va a desaparecer nunca, ni falta que hace. En las dos opciones nacionalistas existe más o menos un 5 o 10 por ciento de la población, el resto que se suma a un bando o a otro es nacionalismo de bolsillo o de ocasión. El nacionalismo de bolsillo nace de la exitosa manipulación que los nacionalistas de verdad hacen cuando consiguen inocular en ese otro porcentaje más grueso con medias verdades y auténticas mentiras, la creencia que, estarán mejor económicamente aprovechando la ocasión. Los auténticos separatistas son aquellos que asumen que con la separación estarán muchísimo peor los primero veinte años, luego ya veremos, y que ese es el coste para hacer patria, pero como saben que diciendo toda la verdad no tendrá apoyo lo intentan a costa de los que sea, y los otros también. Ninguno de los dos bandos expone qué será “lo que sea”.  Los separatistas catalanes tipo Rufián y Tardá no les va a interesar nunca una reforma de la Constitución, ya lo dicen, ellos quieren aprovechar la farsa del referéndum del 1 de octubre para “negociar” de igual a igual con el Estado porque para ellos ya tiene otro Estado a la misma altura que el español y lo que quieren es que se le pongan las cosas fáciles cediéndosele una parte del territorio de España con sus infraestructura para luego ellos pelearse entre sí y conseguir dividir a la mitad de los catalanes que hoy gritan por la independencia. La CUP y parte de los de Esquerra Republicana son incompatibles con los de la antigua Convergencia del tres por ciento y la parte pequeño-burguesa de los de Esquerra. Su unión para la independencia es instrumental, como todo lo que hacen. Si ahora no sabemos si declararon la independencia o no, es fruto de una ambigüedad calculada. Es el resultado de ver que lo esperable para después se les adelantó a la declaración de independencia, y ello lo patentizó el cambio de domicilio social de la mitad de las empresas sobre cuya productividad (PIB catalán) construyeron el “España nos roba”. Así como Pascual Maragall descubrió después que el Estatuto fuera declarado inconstitucional, que antes se debió modificar la Constitución, el Sr. Mas descubrió una horas antes de la prevista declaración de independencia, que Catalunya no estaba preparada para una independencia real, para una de verdad. La nueva versión del Sr. Más es de risa si no fuera por la cantidad de frustración generada, un señor que se llenó la boca diciendo que estaba todo preparado, que los bancos se pelearían por estar en Catalunya y que todos seríamos más ricos, es menesteroso que unas horas antes se dé cuenta que para ser independiente se ha de poder controlar el territorio y que luego lo reconozcan los demás.   A ningún nacionalista separatista (vascos o catalanes) les interesa que exista en España una Constitución que permita que ellos hagan un referéndum legal con arreglo a la legalidad y en igualdad de armas, están segurísimos qué lo perderían. De interesarles ya lo habían propuesto, en tanto que el Art. 87.2 en relación con el Art.166 de la carta magna ya les permite que lo propongan. Hasta hoy, tampoco ningún partido político lo ha propuesto. Y desde los partidos PP-PSOE no lo han hecho porque solo están pensando en vascos y catalanes, y no quieren tener problemas con los andaluces, canarios, gallegos, valencianos y castellanos. El sí pero no y el no pero sí, no es patrimonio exclusivo de los separatistas, es algo compartido por todos, especialmente por el PSOE y el PP. Nadie ha propuesto una reforma con cara y ojos, es decir: nadie ha puesto sobre la mesa un texto articulado sobre el qué trabajar, todos esperan que lo haga otro para ponerse en contra y alimentar discusiones peregrinas con destino a ninguna parte, o decir algo que parezca distinto para que todo siga como ésta. Podemos y Colau se han parapetado en la indefinición, una ambigüedad pendular: somos, pero no somos, ya veremos qué seremos. Ciudadanos hace gestos de echarse al monte para ver si caza votos solo con la bandera española.

 A los separatistas se les ha de dar una posible salida, que naturalmente rechazarán, ahora bien, con ello se quedarán solos los auténticos, que perderán a todos los de bolsillo, que son la inmensa mayoría.  Es muy democrático añadir al Art. 2 una cláusula excepcional que permita un referéndum siempre que así lo acuerde el parlamento autonómico en cuestión, con el voto de dos tercios, y que ese referéndum permita la salida de España si así lo quiere la mitad del censo electoral del territorio que se quiera ir, más un ciudadano; sabiendo a qué se enfrentan. Esa reforma constitucional es necesaria, primero porque no se puede impedir que una mayoría de una población, aunque sea simple, se vea obligada a permanecer en una organización estatal a la que no quiere pertenecer; segundo, porque parece evidente que quien quiera crear una patria nueva cuente al menos con el apoyo activo de la mitad más uno de sus ciudadanos, y tercero, porque al resto no se le puede obligar a que viva permanentemente con una parte del territorio en continuo conflicto. Ahora bien, ese referéndum no puede hacerse cada dos por tres, de ahí que cada 20 años parece razonable. Puesto a reformar, también se debería establecer claramente qué competencia tiene el Estado y cuáles las Comunidades Autónomas, y ello sin perjuicio que a las actuales Comunidades Autónomas se les cambie de nombre por el de Estados Federados u otro. El Estado (central) debería tener al menos, como competencias exclusivas: las relaciones exteriores, el ejército, las redes ferroviarias nacionales, autopistas, autovías, puertos, aeropuertos, espacio aéreo, aguas territoriales, seguridad social, pensiones, sanidad, el Código Penal y su aplicación, y, muy especialmente los planes y temarios educativos desde primaria hasta la universidad. Puesto a reformar se debería reformar la forma de reformar a la Constitución, es decir modificar el Art. 168 que tal como está, implica hacer referéndum dos veces y con uno parecería suficiente. Está bien que para reformar la esencia de la Constitución que constituye el núcleo del Estado social y democrático de derecho, se exija una mayoría de dos tercios de la Cámara de diputados y dos tercios del Senado, pero ya no está tan claro que aprobado el proyecto de reforma con esas mayorías se tenga que convocar elecciones y las nuevas cámaras ratificar el proyecto de reforma y convocar referéndum para su definitiva aprobación. Esas elecciones post proyecto de revisión constitucional para una posterior ratificación de la nueva configuración de las Cortes, en sí mismo es un referéndum antes del referéndum último, puesto que en esas elecciones solo se discutirá precisamente sobre el proyecto de reforma constitucional, que a su vez será discutido otra vez en el referéndum de aprobación de la reforma. Parece razonable por suficiente que, si las dos Cámaras aprueban la reforma por dos tercios cada una, ya se puede someter a referéndum y ahorrar unas elecciones generales para ventilar una misma cosa. Dicho de otra manera, la reforma de la Constitución no ha de ser una excusa táctica para parar el golpe, sino una solución verdadera para evitar golpes, o para encauzar golpes futuros.

 Incentivar nacionalismos contra nacionalismos, banderas contra banderas, emociones contra emociones, solo puede servir para determinar bandos contando sus miembros de cara a que un bando venza al otro, pero el vencido no quedará convencido y el vencedor quedará temblando.

 

Barcelona a 13 de octubre del 2017. RRCh

No hay comentarios:

Publicar un comentario